domingo, 17 de septiembre de 2017

Historia y novela

1.
Tenemos dos ojos, dos manos, dos piernas. Nos pretendemos seres simétricos. No lo somos. Los detalles nos condenan. Pero idealmente tenemos izquierda y derecha, y todos sus pliegues. ¿Es por eso que el dualismo se instaló con tanta fuerza en occidente? Las dicotomías nos arrecian. Hago una lista necesariamente incompleta. Las armas y las letras. El cuerpo y el alma. Dios y el diablo. El sujeto y el objeto. La experiencia y la reflexión. Y la más comentada, lo bueno y lo malo.

2.
En el siglo XVI, Baruch de Spinoza desarma y deconstruye en su Ética estas taxonomizaciones y plantea una continuidad. No es el primero en hacerlo pero sus voz llega hasta nuestros días con mucha fuerza, básicamente porque seguimos pensando con dicotomías y dualismos. En ese sentido Spinoza sigue siendo nuestro contemporáneo y sus ideas siguen vigentes. A las ideas dualistas, Spinoza les opine un monismo inteligente. Donde otros separan, él ve una continuidad, una unidad general que podemos llamar Dios y también podemos llamar naturaleza.  

3.
Hoy para esta mesa me gustaría agregar a esas dicotomías la de imaginación contra investigación, creatividad contra registro,
Una novela es una novela. Y una ensayo historiográfico es una novela. Son géneros diferenciados y diferentes.
Pero depende de nuestra filosofía de la lengua, o de nuestro nivel de spinozacismo, cuán lejos ponemos el uno del otro.

4.
Los libros están hechos de palabras. ¿Qué son las palabras? ¿Cómo funcionan? ¿Son transparentes, ingenuas, pérfidas, opacas? Jacques Lacan dice que el significante nos lleva puestos, nos arrastra, nos castiga. Los historiadores piensan que ellos dominan la lengua y la disciplinan y le hacen decir lo que ellos quieren. Yo estoy con Lacan. Los historiadores me parecen ingenuos. Después del giro lingüístico y sus derivados de la semiología estructuralista ya no somos inocentes.

5.
Con Spinoza entonces  pienso que no hay un sentido objetivo de la a historia, ni mucho menos de la historiografía. El sentido de la historia es la interpretación que nosotros hacemos de esos hechos y sobre todo de esas palabras que narran esos hechos. Y las palabras no son meros signos domésticos, sino que componen nuestro trauma inicial que nos transforma en sujetos.

6.
La historia entonces es una hermenéutica, una interpretación. Y como tal siempre es política. No existe la historia no política, técnica, objetiva. El historiador, consciente o no, es un militante. Tan militante es que puede incluso militar para sí mismo, acomodándose a los vientos políticos y sacando provecho personal de la relación entre poder y saber. Es el historiador liberal que trabaja para su propia emancipación. ¿Cómo entra la novela en estas tensiones?

7.
Si la historia es política, la novela es prostituta. Te dice que te ama, pero en realidad quiere tu dinero. Si es buena, cumple tus fantasías. Por eso es tan importante cuando se da la excepción y la puta se enamora, cuando da amor sin pedir nada a cambio. Nos pasa cuando leemos una novela que nos gusta, que nos seduce pero que aparte transforma su verosímil en verdad, que transforma nuestra percepción. Mientras la historia nos quiere convencer de que sus interpretaciones son las válidas, y que nuestra historia nos condiciona de determinada manera, la novela se vende al mercado. Pero en esa venta se puede traslucir una verdad.

8.
Los novelistas somos vampiros. Somos seres nocturnos de las sombras, de los reflejos. En el día funciona la escolaridad, la educación, el discurso oficial. Los novelistas parasitan esa vida diurna y la procesan a través de sus mecanismos de seducción.  

"Alles vergängliche ist nur ein Gleichnis".
Todo lo pasado es un símbolo. Goethe.

Y Novalis en sus Himnos de la noche se preguntaba si todo eso que nos inspira no lleva el color de la noche.