viernes, 25 de enero de 2013


MercadoFreak es un grupo de Facebook donde se republican las ofertas más raras de MercadoLibre. Puede visitarse en http://www.facebook.com/mercadofreaky ya tiene más de 10.000 suscriptores que a su vez aportan material. El procedimiento es simple. El resultado, una forma curiosa de señalar los bordes de uno de los sitios más importantes y rentables de la web. Las preguntas que nos hace esta curadoría, esta selección de una selección, no sólo se formulan alrededor de qué vendemos y qué compramos, sino que también interpelan nuestras ilusiones, nuestras esperanzas, nuestros gustos y nuestra manera de vernos.
El capitalismo resulta especialmente hábil a la hora de hacer que hombres y mujeres ofrezcan y consuman productos que no necesitan. La web amplifica este gesto hasta el ridículo. Catalogo de basura y símbolos, experimento duchampiano, epifenómeno y feria residual, MercadoFreak señala las partes más raras, sorprendentes y divertidas de ese capitalismo digital que hoy, de tantas y tan variadas formas, nos convoca.
(Cuando les pedí a los administradores que, para darle entidad a la nota, me dijeran algunos de sus nombres, me respondieron: “Es que ninguno de nosotros tiene nombre realmente”.)

jueves, 17 de enero de 2013

martes, 15 de enero de 2013

Renovar el registro en Buenos Aires (1)



Para  renovar el registro no hay que tener multas pendientes. Como se me venció el 28 de diciembre, día de mi cumpleaños, saqué turno para el 21 de enero y ayer fui a pagar mis multas. Tenía varias por excesos de velocidad, una por pasar un semáforo en rojo y cinco por estar estacionado en la puerta de mi casa, a mano izquierda, justo abajo de un cartel azul con una letra "E" blanca de "está permitido estacionar". El trámite de pagar las multas se puede hacer por Internet pero, dada la situación, tuve que apersonarme en la oficina gubernamental correspondiente, conocida en la jerga de los infractores como "Pellegrini" porque queda sobre esa céntrica calle.Como se puede ver en la imagen, había mucha gente. El ánimo general era turbio. Se esuchaba el murmullo de los infractores intentando contarle al que tenía al lado que él no era culpable, que no había cometido un ilícito. Y sobre todo que no quería, que no iba a pagar. A Dios gracias, había aire acondicionado. Logré sentarme y calculé cuanta gente había y cuánto facturaba ese lugar por día. No quieren saber el resultado. Pensé que era una situación más digna de Burroughs, de Ballard, o de Palahniuk que del pijatriste de Kafka. 

 








En mesa de entrada me habían dado el B420. Los números y las series parecían salir de forma aleatoria en el plasma colgado del techo, pero después de cinco minutos de mirar con atención me di cuenta de que había una constante. Esperé durante 40 minutos a que salieran los 100 números que me separaban del B420. Previendo esta situación, había llevado el Kindle. Leí interrumpido por el sonido de los números que se renovaban. La espera se hizo larga. Mientras esperaba también recordé un soneto de Enrique Banchs.


Finalmente, en el box 24 me atendió un pibe de pelo negro, largo, atado con una anacrónica colita. Fue muy atento y me dijo que tenía muchas multas. Reconocí cuatro de exceso de velocidad y le dije que las pagaba. Las otras, el semáforo rojo y los estacionamientos en la puerta de mi casa, no y me quería quejar. Me explicó que si me pasaba a un controlador las multas empezaban a costar más caras. Lo sabía y lo acepté. Pagué los excesos de velocidad en la caja y pasé con el mismo número a la zona de controladores donde casi no esperé. Ahí me atendió otro pibe con una remera de los Ramones te tenía pinta de no alimentar ningún conflicto con el mundo. (Antes de una reforma que hicieron para bien, en ese mismo lugar te atendía un juez en una patética escenografía de juzgado hecha en madera. Te atendía y te gritaba.) Le expliqué al Remera de Ramones la situación. Le repetí tres veces que si bien estaba estacionando sobre la izquierda había un cartel que lo habilitaba. Al final dijo "vamos a mandar un inspector para que certifique si está la señalización correspondiente" y cerró la carpeta. Me pidió que firmara. Le dije que tenía turno el lunes para renovar el registro. "Y... Esto lleva una semana" dijo. Alargó la palabra semana en la primera "a". Me tomó el teléfono y me prometió que me iba a llamar cuando "eso" estuviera verificado. Le dije que me parecía que tenía que ir cambiando mi turno. "Y... Sí, me parece lo mejor, igual yo te llamo". ¿Me llamará? Quién sabe. 

Si Rolnald McDonald imaginara un purgatorio diurno sería como ese lugar en la calle Pellegrini. Una dependencia publica más o menos bien iluminada, limpia, no necesariamente sórdida en las apariencias, con gente joven y relajada atendiendo. La única gran diferencia sería que acá pagás mucho y no te dan comida. (Aunque había un tipo con una bandeja ofreciendo sandwichs de miga.) Espero que los encargados de venir a cerciorarse de que está la chapa no se la lleven. Por las dudas le saqué una foto. Para terminar quiero decir que todavía sigo lleno de odio. 





Comentario del Faco: "Me gusta que terminás de leer la crónica y abajo de la foto del cartel de estacionamiento sale una pija. Fav a la pija."

viernes, 11 de enero de 2013

¿Nos mandás una foto de tu lugar de trabajo?



viernes, 4 de enero de 2013

El fin de la magia




Por Edgardo Cozarinsky



Ella me dice que conmigo se siente mejor que con ninguno, sin embargo en un momento de la noche deja la mesa del bar, me dice que para fumar un cigarrillo, desconfío, espero dos, tres minutos, la sigo y la encuentro hablando en el celular, seguro que con el Monstruo con Herpes, un novio horrible que no conozco pero busqué en internet sabiendo que su notoriedad de publicitario debe haberle obtenido la difusión de una foto, y allí lo encontré, mirada torva, sonrisita resentida, pelambre de convención.
Ella me dice que nada que ver, que hablaba con la amiga que está en vísperas de parto, olvidándose que media hora antes me decía que no la aguanta, que habla todo el tiempo de la bolsa que se va a romper, y por otro lado a quién se le ocurre llamar después de medianoche a una parturienta en espera, me pregunto si se da cuenta de que me doy cuenta de que macanea, pero pienso que no le importa, que dice cualquier cosa porque sabe que el silencio es más rico y me dejaría imaginar más y peor.
Ella me dice que cierre los ojos, obedezco no del todo confiado y me pasa por los labios un dedo que le muerdo, tiene un gusto amargo y me doy cuenta que lo frotó con MDMA, se lo chupo y cuando ya no queda nada le digo que está loca, que el MDMA se lo ponga en la concha y que ahí sí que se lo chupo con gusto, conchita dulce de leche siempre la llamo, me dice que esta noche no, que solo quiere que me destrabe y deje esos celos ridículos, pero en ese momento suena su celular y va a atender cuando se lo quito de las manos y lo arrojo a la vereda y lo pisoteo.
Ella me dice sos un bruto, me pide plata para comprarse otro celular, despedite de la dulce de leche, dice que ya empezó a olvidarse de mí, que nunca me dijo que conmigo se sentía mejor que con ninguno, que yo inventé todo, pajero de mierda, dame la plata ahora o empiezo a gritar.
Yo no hablo enseguida. Meto la mano en el bolsillo, saco un billete de cinco pesos y se lo tiro a los pies, andá a un locutorio y llamalo, a ver si te contagia el herpes, le digo y me voy, ella me sigue y me descarga los puños en la espalda, en la cabeza, un policía nos mira, qué le parece le digo, vienen bravas este verano, él sonríe, yo sonrío y ella cansada se pone a llorar.


martes, 1 de enero de 2013




"Vivía en una pensión de maricones en Austria."

http://www.youtube.com/watch?v=l94RPxnt6P4&feature=youtu.be