domingo, 13 de septiembre de 2009

Una visita a la Secretaría de Cultura

(segunda apostilla)
Es sabido, el peronismo es un sentimiento. Sin embargo, y como decía Pope, no todos los tontos son poetas. (Al menos lo decía así Peter Eyre en la Orlando de Sally Porter: “Sir, I accept your general rule, that every poet is a fool, but you yourself may serve to show it, that every fool is not a poet.”) ¿Alcanza con saberse para ser? ¿Alcanza con identificarse para pertenecer? Es un tema complicado, en el que se podría ser ambiguo. Mi respuesta, sin embargo, es muy clara: No, no alcanza. El sol sale porque la tierra gira, no porque el gallo le canta. Extremando la metáfora, da lo mismo que le cante la marcha peronista, la internacional o que se quede callado. Si la filiación política es declamada, las palabras usadas deben pertenecer al repertorio que Austin señaló como palabras acto en su hit metro-pedagógico Cómo hacer cosas con palabras. Prometer, comprometerse. De la misma manera que un militante debe estar encuadrado en un entramado partidario para ser militante, ninguna filiación política se logra con las diferentes conjugaciones del verbo “ser” y mucho menos en el peronismo. Y muchísimo menos si la palabra se expresa en el individualismo de un blog o en un cuento. (Sigue acá.)