Respondí este cuestionario para La Capital de Mar del Plata.
¿Qué error le molesta más advertir en un texto literario y cuál es el último que halló en el libro que está leyendo o que acaba de leer?
Me molesta cuando el autor de una novela hace hablar a un personaje de la historia. Por ejemplo, en América, Ellroy maneja a los Kennedys como si fueran actores de una sitcom. No me gusta, es demasiado artificial y facilista. La novela está buenísima cuando los que llevan adelante la trama son sus personajes, pero esa parasitación de la persona legal y pública de John Edgar Hoover me aleja mucho. En autores menos dotados que Ellroy, por ejemplo, en la insufrible novela histórica argenta, la cosa ya da risa. Aunque a veces hay experimentos interesantes como el Castelli de Andrés Rivera en La revolución es un sueño eterno. Luego, todo el siglo XIX trabaja abollando la idea de autonomía y lo que queda es muy intenso. Está el retrato que hace Sarmiento de Facundo como ejemplo central, pero también el Rosas de Mármol que toma un vaso de agua que parece sangre son momentos clave del corpus narrativo nacional. Así que seguramente mi molestia no es absoluta o tiene que ver con la evolución del género.
¿Qué situación de su vida cotidiana encontró reflejada con sorpresiva exactitud en un libro, una película, una canción o cualquier otra obra de arte?
Cuando Billy Pilgrim mira televisión de madrugada en Matadero Cinco y lo que ve es la guerra mezclada con su propia neurosis, bueno, eso lo conozco. Luego, todos los cuentos de Luigi Malerba sobre el sur de Italia parecen sacados de mi anecdotario familiar.
¿De qué lugar, personaje común o circunstancia en general que ofrece Mar del Plata se apropiaría para incorporarlo como pasaje central de alguna de sus obras?
Siempre fui más Villa Gesell que Mar del Plata. Pero una vez estuve me fui a Punta Mogotes a una casita de madera con un amigo. Era invierno y a la noche decíamos “¿Vamos a la ciudad?”. Mar del Plata parecía Ciudad Gótica. También recuerdo que los acantilados de Chapadmalal dan para la melancolía. Todas las ciudades de la costa fuera de temporada son sensuales y potenciales escenarios novelescos.
¿Cuál es el mejor diálogo que recuerda entre dos personajes de ficción?
Me gusta mucho uno de la película Infierno Rojo, entre el policía soviético Ivan Danko, interpretado por Arnold Schwarzzeneger, y Art Ridzik, el policía de Chicago, interpretado por Belushi.
Ivan Danko: Tengo el auto bajo control.
Art Ridzik: Sí, entiendo que te enseñaron todo sobre autos y el precio de los seguros en tu famosa escuela rusa en Kiev.
Iván Danko: En los países socialistas, los seguros no son necesarios. El Estado paga por todo.
Art Ridzik: ¿Sí? Bueno, digame algo, a ver, capitán... Si lo que ustedes tienen ahí es un verdadero paraíso, ¿cómo es que tienen que lidiar con la misma lacra de heroína, crack y cocaína que nosotros?
Ivan Danko: Los chinos encontraron la forma. Después de la revolución, agarraron a todos los dealers, a todos los adictos, los pusieron en un parque y les dispararon en la cabeza.
Art Ridzik: Acá no funcionaría. Los políticos no nos dejarían hacerlo.
Ivan Danko: Dispárenles a ellos primero.
El subtitulado traducía, en letras amarillas, “Si lo que ustedes tienen ahí es un verdadero paraíso”, pero Belushi en realidad dice “If you've got such a fucking paradise over there”. Y también era “fucking politicians”. Hay una diferencia. Como fuere, Schwarzzeneger diciendo “Shoot them first” resultaba insuperable. Lo puse en mi novela Los amigos soviéticos.
Si le permitieran ingresar en una ficción y ayudar a un personaje, ¿cuál sería y qué haría?
Entraría a Los Lanzallamas y le diría a Erdosain: “No te mates. A la chirusa pegale el tiro pero vos no te mates, todo eso que ahora imaginás y fantaseás se va a hacer realidad. Un poco de paciencia, viejo”.
¿Recuerda haber robado un libro alguna vez? ¿Cuál o cuáles?
Me robé los cuentos completos de Faulkner de una Feria del Libro, edición Anagrama. Es un libro muy grande y fue difícil de robar. Leí el primer cuento y lo dejé.
Un extraño hongo se esparce por su biblioteca y consume de manera irrefrenable los libros. Sólo dispone de unos segundos para actuar y salvar a tres de ellos. Lo que usted hace para ganar tiempo es arrojar a la voracidad del hongo a otros tres libros. ¿Cuáles serían los sacrificados y cuáles los salvados?
Dios mío, qué asqueroso. Salvaría, sin pensarlo, unos fascículos que hice encuadernar sobre la Segunda Guerra Mundial y también mi colección incompleta de la revista Unidos. Al hongo mutante le tiraría los diccionarios. Quedaron obsoletos desde que la RAE tiene presencia en la web.
Se le concede la extraordinaria excepción de hacerle una única pregunta a uno de sus tantos escritores predilectos. ¿Qué le preguntaría?
Le preguntaría a Georg Lukács si valió la pena entregarse de esa forma tan trágica a la conciencia.