"¿Para qué sirven los suplementos culturales? Contrariamente a lo que algunos piensan, esta suerte de especie en extinción del periodismo no debería buscar atraer al público hacia la literatura, sino dirigirse sin filtros ni simplificaciones (sin menospreciarla) a la gente que lee: a los lectores. Su receptor natural no es quien compra libros una o dos veces al año, sino la que lee uno o dos libros a la semana, la que tiene una relación de familiaridad con el acto de la lectura, la escritura, el pensamiento, la crítica. Si los suplementos de deportes o turismo saben bien a quién se dirigen, y no se preocupan por el público que no ve fútbol o, por caso, no sale de viaje, ¿por qué deberían hacerlo los de cultura? ¿Y para qué debería servir una columna de opinión semanal dentro de uno de estos suplementos especializados? Para llamar la atención sobre lo novedoso, lo extraño, lo excéntrico, lo marginal, en fin, lo inadvertido: para señalar o iluminar las zonas que la industria editorial, las cadenas de librerías o el periodismo cultural más atento a la actualidad (lo que algunos llaman mercado) dejan de lado, por desidia o desinterés. Es decir: la literatura de los escritores no profesionales ni adocenados (la única que está viva) y, en general, las ediciones de los sellos pequeños o independientes, que suelen ser los que publican los libros que sorprenden, incomodan, importan."