TROYA LITERARIA (277): Nietzsche contra Sainte-Beuve
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Nada
viril en él; lleno de una rabia pequeña contra todos los espíritus
viriles. Vaga de un lado para otro, sutil, curioso, aburrido,
sorprendiendo secretos ajenos, -en el fondo una hembra, con un ansia
femenina de venganza y una sensualidad de hembra. Como psicólogo, un
genio de la médisance[maledicencia];
inagotablemente rico en medios para ello; nadie entiende mejor que él
de mezclar veneno en la alabanza. Plebeyo en los instintos más
básicos, y emparentado con el ressentiment de
Rousseau; por
consiguiente,
un romántico, -pues por debajo de todo romantisme [romanticismo]
gruñe y codicia el instinto rousseauniano de venganza. Un
revolucionario, pero refrenado por el miedo. Sin libertad frente a
todo lo que tiene fortaleza (opinión pública, academia, corte,
incluso Port-Royal). Irritado contra todo lo grande que hay en los
hombres y en las cosas, contra todo lo que tiene fe en sí mismo.
Bastante poeta y semihembra para sentir todavía lo grande como
poder; constantemente retorcido, como aquel famoso gusano, porque se
siente constantemente pisado. Como crítico, sin criterio, apoyo ni
espina dorsal, con la lengua del libertin cosmopolita
para hablar de muchas cosas distintas, pero sin el valor de hacer
confesión de libertinage.
Como historiador, sin filosofía, sin el poder de
la mirada filosófica, -por ello, rechazando en los asuntos
principales la tarea de juzgar, cubriéndose con la "objetividad"
como con una máscara. De modo distinto se comporta con todas
aquellas cosas en que la instancia suprema es un gusto sutil,
experimentando: aquí tiene realmente el valor de ser él mismo,
-aquí él es maestro. -En algunos aspectos, una forma anticipada de
Baudelaire.-
FRIEDRICH
NIETZSCHE, Crepúsculo
de los ídolos,
Alianza Editorial, Madrid, 1979, pág. 86 y 87. Traducción de Andrés
Sánchez Pascual