miércoles, 1 de junio de 2011

Lo que leí en la presentación del Set-Box de Mental Movies


Hace más de quince años, una noche en Villa Gesell, el padre de una amiga me contó Leyendas de pasión, una película ya olvidada con Brad Pitt y Anthony Hopkins. Me la contó entera. Habíamos terminado de comer un asado y el tipo, de sobremesa, la fue hilando despacio, con sus momentos de énfasis y distensión muy bien medidos. Cada tanto le preguntaba a la mujer: “¿Cómo era esa parte? ¿Te acordás?”. La mujer no le daba bola y se reía. Un par de años después vi Leyendas de Pasión en cable y sentí que estaba mal, que le faltaban cosas, me sonó desbrida. En un momento llegué a pensar que era otra película, una remake mala de lo que había escuchado en Villa Gesell. Ahora pienso que Columbia Pictures debería haber hecho la película solamente para pasársela al padre de mi amiga y después filmarlo a él contando la película y proyectar eso en las salas. Los personajes, la trama, el contexto histórico, los momentos de tensión, incluso los detalles y la tensión psicológica, todo ganaba muchísimo en la versión del padre de mi amiga.

Para la misma época que el padre de mi amiga me contó Leyendas de Pasión yo estudiaba composición en una escuela de música. Los lunes, me acuerdo bien, tomaba una clase de diez a once de la mañana. Después tenía dos horas de tiempo libre, y recién a la una otra clase. Un mediodía de invierno, en ese tiempo entre una clase y la otra, un tipo que estudiaba saxo me contó entero Un maldito policía de Abel Ferrara. Estábamos en el bufet del conservatorio, tomando un café con leche, nos habíamos puesto a hablar de jazz y en un momento me empezó a contar la película. Supongo que pasamos del jazz a Nueva york y de Nueva york a Abel Ferrara. La película me la contó muy bien. Los que vieron Un maldito policía saben que se deja contar muy bien. El saxofonista era un tipo bastante más grande que yo, canoso, que tocaba el tenor, y gesticulaba mucho y se entusiasmaba con la partes de la merca. El bufetero, que también escuchaba, era un correntino que lo cebaba. Le decía cosas como “¿tan grande era el paquete, che?” o “¿y se la tomaba toda solo?”. Después vi la película y me gustó. A diferencia de Leyendas de pasión, me pareció que tenía todo lo que me habían anticipado. Hoy cada vez que veo una película de Abel Ferrar, o un película que pasa en Nueva York, me acuerdo del saxofonista.

Hay gente a la que no le gusta que le cuenten las películas o las series. A mí me encanta. Incluso si el que la cuenta la cuenta mal. Posiblemente se trata de una deformación de mi actividad como crítico que disfruta comparar las versiones y comprobar qué se prioriza y qué se valora en cada una. Por eso me sentí muy contento cuando me dijeron de participar en este proyecto y me siento realmente muy contento de estar ahora acá compartiendo estas anécdotas. Porque Mental Movies también es un poco eso. Un tipo que termina de hacer un asado y cuenta una película de sobremesa. Un saxofonista que entre clase y clase cuenta una película para matar el tiempo.

Para cerrar quiero recordar la vez que le preguntaron a Orson Wells qué le gustaba más, si la radio o el cine. Él dijo: “La radio”. Y cuando le preguntaron por qué había elegido la radio respondió: “Es que en la radio la pantalla es mucho más grande”. Gracias.