DOMINGO 18 MAY 2008
LOS DESAFIOS DEL CAMBIO CLIMATICO PRIMERA NOTA
Si no se hacen obras urgentes, el Gran La Plata quedará bajo el agua
Según los científicos, ocurriría en 20 años. Hace casi 3 meses, 90.000 personas se inundaron en esa zona tras un gran diluvio que puede repetirse. ¿Las causas? Drenajes insuficientes y construcciones sin control.
Cristian Scarpetta.
cscarpetta@clarin.com
Los amantes del cine argentino recordarán de inmediato las poéticas escenas de una Buenos Aires asemejada a Venecia, desplegadas por Pino Solanas en su película "El viaje" para contradecir, con esas lanchas surcando las fétidas aguas de la 9 de Julio, la llegada de Argentina al Primer Mundo que por entonces proclamaba el presidente Carlos Menem. Todo muy lindo, si la metáfora no se pareciera tanto a lo que hace menos de tres meses les tocó vivir a miles de vecinos del Gran La Plata: familias arrinconadas sobre los techos de sus casas, muebles flotando a la deriva a la vera del pituco Camino Centenario y barrios enteros anegados por olas gigantes. ¿Algo extraordinario? No tanto: los científicos vienen registrando un fuerte aumento de los chaparrones violentos, y en la Universidad de La Plata afirman que si no se encaran obras urgentes, en veinte años la zona quedará bajo el agua.
La parte visible -y terrible-de esta historia comenzó a las 7 de la mañana del 28 de febrero, cuando el cielo se abrió sobre una vasta zona del norte platense para volcar sobre ella la misma cantidad de lluvia que habitualmente cae en casi tres meses. Según el Servicio Meteorológico llovió 240 milímetros en 24 horas, cuando el promedio histórico de precipitaciones para todo el verano es de 289 milímetros. El área castigada tiene 53 kilómetros cuadrados y abarca las localidades de City Bell, Villa Elisa, Gonnet, Arturo Seguí y El Peligro, que quedaron bajo el agua por los desbordes de los arroyos Carnaval, Martín, Rodríguez y El Gato (ver ubicación en la infografía de la página 34). Defensa Civil contabilizó la pérdida de una vida -un hombre que se infartó por el susto y la impotencia-, 2.437 evacuados y más de 90 mil personas afectadas directa o indirectamente por el temporal. Algo así como uno de cada siete habitantes del municipio de La Plata. ¿Un dato? La histórica inundación del 29 de abril de 2003 en Santa Fe, que hizo tambalear al gobierno de Carlos Reutemann, afectó a un total de 150 mil personas. Según los vecinos, hubo una crecida repentina con una corriente de agua que en pocos minutos hizo subir el agua hasta 1,50 metro en Villa Elisa y City Bell. En el barrio El Rincón de Villa Elisa, que bordea el arroyo Carnaval, el agua subió hasta 1,80 metros y arrasó con casillas precarias. (ver página 35)
Aquí comienza la parte invisible de la historia. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué ocurrió semejante tragedia? "El agua expuso la falta de inversión, de mantenimiento y la ausencia de un plan hidráulico integral", explica el ingeniero Romanazzi, director del Departamento de Hidráulica de la Universidad de La Plata. Y va más lejos: "Si no se empiezan a ejecutar obras para contener las inundaciones y no mejoran los controles para ordenar la urbanización, en 20 años esta y otras zonas del Conurbano pueden convertirse en un gran delta"
Para que el sombrío panorama pintado por el ingeniero haya comenzado a ser posible se combinaron una serie de factores similares a los descriptos en otra película famosa, "Una tormenta perfecta". Veamos cuáles son:
¿Cómo inciden estos factores en las inundaciones? Por ejemplo en la autopista sólo existen dos puentes de desagüe en los cauces de los arroyos -que fueron polémicamente unificados para posibilitarlo-, cuando una investigación de la Facultad de Ingeniería de La Plata revela que faltarían al menos otros cuatro caños complementarios para que el agua pueda escurrir sin problemas. De hecho, en un primer momento la municipalidad de La Plata responsabilizó a la empresa Coviares (que construyó la autopista) y hasta movilizó a vecinos a sus oficinas para exigir indemnizaciones y nuevas obras. El presidente de Coviares, Roberto Servente, se defendió diciendo que los dos puentes construidos fueron los aprobados por el organismo de control, el OCCOVI. "Pero si hay que poner caños los pondremos, por supuesto", admitió. Al parecer,tendrá que hacerlo nomás. En diálogo con Clarín, el intendente de La Plata Pablo Bruera dijo haber exigido a Coviares la construcción de otro puente con su desagüe.
Otra obra está en la mira de técnicos y vecinos. Es el nuevo tramo de autopista que une a las rutas 2 y 36 cerca de las localidades de El Pato y El Peligro, inaugurado el 12 de diciembre por la presidenta Cristina Kirchner. Construido en una plataforma artificial de hormigón sobre el nivel del piso todavía no tiene desagüe, y hace que las aguas que escurrían por el arroyo Pereyra ahora se desplacen hacia el sur, es decir hacia la zona que terminó bajo el agua en febrero. Fuentes de la empresa ESUCO, responsable de la obra, confirmaron a Clarín que "la obra está incompleta" y, mientras tanto, "se están tomando medidas complementarias hasta terminar los desagües".
Para proteger su producción de lluvias y granizos, los dueños de las quintas y cosechadores de flores de la zona alta de Arturo Seguí cubrieron enormes extensiones de tierra con invernaderos plásticos, un factor que impermeabiliza los suelos y genera más excedentes de agua, que por el declive del terreno van a caer como por un tobogán hacia la zona inundada en febrero. No hay que aclararlo: esto colabora al colapso de los canales y arroyos naturales. En un diagnóstico entregado a Clarín el 25 de abril por el Ministerio de Infraestructura de la Provincia, el gobierno atribuye a este factor la principal responsabilidad de la tragedia.
Sin dejar de criticar la desaprensión de los gobernantes, el inundado Sebastián Benítez pone el ojo sobre sus vecinos. "Está lleno de permisos de obra para hacer cualquier cosa, countries que tienen lagos adentro, gente que tiró pavimento por cualquier lado sin siquiera mirar para dónde escurre el agua, un descontrol total", reconoce.
Por su desempeño hasta ahora, la Provincia, el municipio y todas las oficinas del Estado que dependen de ellos no han quedado en una posición muy lucida. A la imprevisión y falta de control de las obras públicas y privadas que colaboraron a armar la "tormenta perfecta" de febrero, hay que sumar la falta de limpieza de los arroyos y sus adyacencias, que en estas semanas comenzó a revertirse.
Rendido ante la evidencia, el gobierno provincial asume que los controles no son eficientes. Un informe técnico de la Subsecretaría de Urbanismo y Vivienda afirma que en las áreas más pobladas del sur del conurbano (y no sólo en el Gran La Plata) hay factores que incrementan la magnitud y frecuencia de las inundaciones. Estos son: "la inadecuada planificación urbana, el incumplimiento de las normas del uso del suelo, la insuficiente red de desagües pluviales y la disminución de los espacios verdes". El trabajo oficial sigue explicando lo que ya es historia: "Al incrementarse el porcentaje de suelo cubierto de techos, pavimento y cemento, se impide la infiltración y aumentan los anegamientos", concluye.
Hay más explicaciones, y algunas acciones. El 7 de marzo el gobernador Daniel Scioli destinó en forma urgente una partida de 25 millones de pesos para solucionar los inconvenientes que provocaron las inundaciones, pero los fondos no se destinaron a obras nuevas sino que fueron dirigidos a limpiar los arroyos y acondicionar los puentes que atraviesan el Camino Centenario, las vías del tren Roca y la autopista Buenos Aires-La Plata. Uno de sus funcionarios, el director de Saneamiento y Obras Públicas, Daniel Coroli, dice que la del 28 y 29 de febrero "fue una tormenta extraordinaria" y que "ninguna obra puede aguantar tal presión. Las pocas obras importantes que hay en la región se hicieron en la década del 40, cuando la población era otra y la utilización del suelo también era diferente". Por eso, Coroli tiene una solución curiosa: "Muchas veces es mejor pagar indemnizaciones que hacer obras tan costosas para episodios que se repiten cada cien años". Contundente.
El intendente Bruera también mira hacia atrás: "acá no había Plan Director, se asfaltaron más de mil calles sin una sola obra de drenado y alcantarillado, cuando asumimos en diciembre encontramos la ciudad en un estado de abandono total". Sobran argumentos y excusas, razones y análisis. Lo que falta, parece, es decisión, proyectos y obras concretas. Y tiempo. Porque ya lo cantaba Gardel: "Veinte años no es nada".