jueves, 9 de agosto de 2018
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Dardo Cabo periodista
EL ELEGIDO
En aquel ’71 Bernardo Neustad era propietario y director de la revista "Extra". Y en su plantel
de periodistas figuraba Dardo Cabo. Tenía 29 años y no era un nombre intrascendente en el
peronismo. Su padre, un sindicalista de la UOM, hombre de Augusto Timoteo Vandor. Y Dardo,
a los 25 años, había sido uno de los líderes del grupo de jóvenes nacionalistas que ejecutó el
"Operativo Cóndor", secuestro de una DC 4 de Aerolíneas Argentinas que se dirigía a Tierra de
Fuego y su desvió a Malvinas. Cambiaron el nombre de Puerto Stanley por Puerto Rivero.
Plantaron la bandera argentina en un potrero que servía de hipódromo. Se entregaron. Los
devolvieron. Los juzgaron. Los condenaron. Los soltaron.
Entre aquellos jóvenes había una mujer: María Cristina Verrier. Se casó con Cabo en la cárcel. Y
formaba parte del grupo otros jóvenes que con los años aparecerían fogoneando el baño de
sangre que ganó a los argentinos. Es el caso de Alejandro Giovenco.
Vinculado a Lorenzo Miguel y con ligazones en la Triple A, un día de mediados de los ’70 le
estalló una bomba que transportaba en un portafolios con intenciones fáciles de imaginar. Fue
en la calle Sarmiento casi Uruguay, Buenos Aires. La explosión le arrancó un brazo. Giovenco
corrió gritando desesperadamente. Se metió en la sede central de la UOM. Murió desangrado.
Pero volvamos a Cabo.
Cuando un día del ’71 Bernardo Neustad le pidió el reportaje a Borges, Cabo estaba vinculado
a Montoneros, donde su pasado vandorista generaba algunos recelos.
La entrevista se realizó en la Biblioteca Nacional, Borges era su director. Días antes, hablando
para un medio francés, el escritor había dicho que, como mínimo, el peronismo era sinónimo
de barbarie.
Cabo esperó dos horas al hombre de "boina, bastón" que fue a su encuentro luego de bajar
una barroca escalera de la Biblioteca Nacional.
El diálogo duró cinco minutos. "Mi nota más triste", la tituló Cabo.
Y pasaron los años. Con la dictadura, Cabo estuvo detenido. Un día lo trasladaron.
Y lo asesinaron.
“Las masas son una identidad abstracta y posiblemente irreal”
Corre el ’71. El peronismo acaricia el poder . Borges reacciona desde su visceral antiperonsimo.
Augura, entre otros males, una “época de oprobio”, lo dice a la prensa francesa y cosecha ira y
enojo. Entonces, Bernardo Neustad pide el reportaje que hoy publicamos.
Jorge Luis Borges: No tengo nada que agregar a esas declaraciones (se refiere a declaraciones a
un medio francés).
- Para el público francés pueden quedar sin fundamentos. Para nosotros...
- Yo creo que son suficientemente claras. Piense en las elecciones que nos dieron a los
radicales; piense que Perón fue elegido con toda legalidad; y piense en las dos calamidades
que resultaron.
- Bueno, pero usted en esas declaraciones hace una opción entre dirigir e informar a las masas;
¿cómo cree Ud. que se llega a dirigir a las masas?
- Eso que lo expliquen los políticos yo soy más bien un escéptico en materia política ¿no?
Además, no sé si debemos hablar de las masas. Primero, estamos ofendiendo a mucha gente;
a nadie le gusta que lo consideren miembro de una masa. Las masas son una identidad
abstracta y posiblemente irreal. Los que existen son los individuos, si es que existimos. De
modo que si Ud. habla de masas está ofendiendo a una cantidad de gente; a nadie...
- Pero ha sido usted quien concretamente ha hablado de masas.
-... sí, he hecho mal, puesto que no sé si existen tampoco. Son un concepto abstracto, como si
supiésemos que todas las personas cuyo nombre empieza con la letra “b” forman una
sociedad. Cada individuo es muy distinto y a nadie le gusta ser considerado miembro de una
masa.
- Usted no quiere o estima que no debe hablar de política. Sin embargo hay un pasaje del
reportaje del ORFT en el que usted afirma que “esos hombres -los políticos- aunque engañaran
un poco en política, estaban haciendo un gran país”. ¿Usted cree que es lícito “engañar un
poco” en política?
- Sí, ¿y por qué no? Imagínese lo que era este país en el siglo XIX. ¿Qué era? Gran parte era un
país de gauchos. De gente que luchaba o estaba de parte de un caudillo porque el patrón de la
estancia lo mandaba. El gaucho no tuvo ninguna idea de patria. Cuando desembarcaron los
ingleses en Quilmes, salieron todos los gauchos de los alrededores, vieron que desembarcaba
un ejército extranjero, le indicaron el camino a Buenos Aires...
- Pero la época a que usted se refiere en aquel reportaje, no es tanto la época del predominio
gaucho...
- ¡Aquí nunca hubo predominio gaucho!
- Usted habla allí, casi concretamente, de la época que corrió desde el año treinta al cuarenta o
cuarenta y dos...
- ¿Qué, en el tiempo de Rosas?
- No. Estamos hablando de mil novecientos, mil novecientos treinta...
- Bueno, no sé si usted recuerda: el 7 de octubre tenían que cerrar todos los almacenes para
que llegaran manifestaciones a la Plaza de Mayo; la gente de la CGT obligaba a los obreros a
asistir; a los empleados públicos querían obligarnos a asistir, pero no íbamos. Es una época
artificial...
- Ese fue el desembarco de un a época. Yo recuerdo la que Ud. menciona en su reportaje, que
se caracterizó por el crimen político, por el fraude, por el negociado, por los suicidios
políticos,como el de Lisandro de la Torre.
- ...es verdad. Sí...
- ...por el hampa que auxiliaba a esos políticos que usted dice que “engañaban un poco”. Esas
fueron las características de la época en que usted afirma que estaba haciendo un gran país...
- Y, sí, lo hizo... hubo algunas pequeñas trampas, pero en cuanto al hampa creo que la Alianza
Libertadora superó en crímenes y torturas a todo lo que hubo antes y después. Lo superaron a
Rosas. Yo tengo amigos míos, por ejemplo... yo he conocido a comunistas que los han
torturado con la picana eléctrica hasta matarlos...
- Precisamente la picana eléctrica es un invento de la época que usted defiende...
- ...bueno... si usted quiere entrar en polémica conmigo... es otra cosa.
- De ninguna manera, simplemente quiero ubicar sus conceptos. También más adelante usted
dice que “duda de que las masas puedan tener ideas políticas, siquiera idea alguna”.
- Y creo que no. En general creo que la mayoría de la gente es bastante estúpida.
- ¿Cómo?
- Que la mayoría de la gente es bastante estúpida, sin excluir a los intelectuales, que no sé por
qué los llaman intelectuales.
(En este momento, el secretario de Borges le avisa en inglés: “You know, you’d been
recorded...” Usted sabe, ha sido grabado...) Borges asintió.
- Finalmente, Ud. afirma que se siente muy democrático.
- No sé. Posiblemente sea un error, posiblemente ahora ya no crea en la democracia.
- A su criterio, ¿quiénes son en la Argentina los que tienen derecho a elegir y a gobernar?
-....
- Usted habló de un pequeño grupo de personas que gobernaban el país...
- Sí, hablo de mis amigos personales.
- ¿Por qué se niega siquiera a acordarse del peronismo?
- ¡Es una época tan ridícula y tan oprobiosa! Yo tuve que vivirla y tuve que sufrirla. Me acuerdo
de otro hecho: y es que ningún peronista se atrevía a decir que lo fuera. Y ahora nadie se
atreve a decir que es peronista; le da vergüenza.
- Aunque no suelo hacerlo en mi profesión, permítame un caso personal: yo soy peronista y no
lo niego.
- Lo siento mucho, en ese caso el diálogo va a ser muy difícil con usted; le sugiero que demos
por... me parece que no hay ningún objeto en que sigamos hablando. Si usted es partidario de
Rosas o de Perón...
Borges hizo un gesto entre despreciativo y aristocrático. Me fui.
Por DARDO CABO (Revista “Extra” ,1971)
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Al final de la nota, la dirección de “ Extra” dice que la grabación de este reportaje se encuentra
en la redacción a disposici
Fuente: www.rionegro.com.ar