jueves, 25 de marzo de 2010

¿Qué habría pasado si en vez de leer a Rousseau ("El hombre es libre, pero en todas partes se halla encadenado") el voluntarioso Mariano Moreno hubiera leído, no digo ya un difícil Sade, sino un Choderlos de Laclos, un acaso más accesible Crébillon o un Gassendi?