lunes, 18 de junio de 2012
Ayer el avión salió puntual del aeropuerto de Tucumán pero cuando estábamos llegando al aeroparque se demoró cuarenta y cinco minutos dando vueltas en el cielo por un problema en la torre de control. Ya era de noche. Traté de dormir. Pensé: "Cuarenta y cinco minutos es poco tiempo". Empecé a notar cuando el avión giraba. Cinco minutos, un giro a la izquierda. Cinco minutos, otro giro a la izquierda. Al final aterrizamos. Cuarenta y cinco minutos alcanzan para un replanteo total de tu vida, y también para la resignación final. Después del viaje dormí casi doce horas. Hoy me siento mareado y me duele la cabeza. En medio de la mañana le dedico un recuerdo a la mujer que estaba sentado al lado mío. Me gustaría no volver a verla jamás.