viernes, 4 de enero de 2013
El fin de la magia
Por Edgardo Cozarinsky
Ella me dice que conmigo se siente mejor que con ninguno, sin embargo en un momento de la noche deja la mesa del bar, me dice que para fumar un cigarrillo, desconfío, espero dos, tres minutos, la sigo y la encuentro hablando en el celular, seguro que con el Monstruo con Herpes, un novio horrible que no conozco pero busqué en internet sabiendo que su notoriedad de publicitario debe haberle obtenido la difusión de una foto, y allí lo encontré, mirada torva, sonrisita resentida, pelambre de convención.
Ella me dice que nada que ver, que hablaba con la amiga que está en vísperas de parto, olvidándose que media hora antes me decía que no la aguanta, que habla todo el tiempo de la bolsa que se va a romper, y por otro lado a quién se le ocurre llamar después de medianoche a una parturienta en espera, me pregunto si se da cuenta de que me doy cuenta de que macanea, pero pienso que no le importa, que dice cualquier cosa porque sabe que el silencio es más rico y me dejaría imaginar más y peor.
Ella me dice que cierre los ojos, obedezco no del todo confiado y me pasa por los labios un dedo que le muerdo, tiene un gusto amargo y me doy cuenta que lo frotó con MDMA, se lo chupo y cuando ya no queda nada le digo que está loca, que el MDMA se lo ponga en la concha y que ahí sí que se lo chupo con gusto, conchita dulce de leche siempre la llamo, me dice que esta noche no, que solo quiere que me destrabe y deje esos celos ridículos, pero en ese momento suena su celular y va a atender cuando se lo quito de las manos y lo arrojo a la vereda y lo pisoteo.
Ella me dice sos un bruto, me pide plata para comprarse otro celular, despedite de la dulce de leche, dice que ya empezó a olvidarse de mí, que nunca me dijo que conmigo se sentía mejor que con ninguno, que yo inventé todo, pajero de mierda, dame la plata ahora o empiezo a gritar.
Yo no hablo enseguida. Meto la mano en el bolsillo, saco un billete de cinco pesos y se lo tiro a los pies, andá a un locutorio y llamalo, a ver si te contagia el herpes, le digo y me voy, ella me sigue y me descarga los puños en la espalda, en la cabeza, un policía nos mira, qué le parece le digo, vienen bravas este verano, él sonríe, yo sonrío y ella cansada se pone a llorar.