En Frankfurt estuve dos veces. La primera tenía doce años y por los vidrios del aeropuerto se veía la Antártida. La segunda tenía ventidós años y estaba solo. Crucé un tunel en una estación de trenes y vi unos punks adolescentes. Adorno no me va. Como personaje, como pensador de la derecha ilustrada, quizás. No mucho más.