Hace un tiempo vengo reescribiendo algunos poemas de Nicolás Guillén. Este es una reescritura de Palabras en el trópico. Lo leí el viernes pasado en el Rock&Poetry que organizaron los editores de CILC en el ZAS. Está dedicado a Esteban Castromán, que sabe de la costa atlántica a fines de la década del ´80.
Palabras en el psicotrópico
Psicotrópico,
tu dura hoguera
en las nubes altas,
y el cielo profundo
teñido por el arco del mediodía,
la piel de los árboles seca,
la ansiedad del lagarto,
Las ruedas del viento
para asustar a las panteras,
La carne de los ríos,
La gran flecha roja,
Producto de las selvas,
Te veo venir, Psicotrópico,
con tu bolsa de hongos,
tus miserias, tus limosnas,
y tus cocodrilos de dientes morados
como el sexo de las negras.
Te veo las manos duras,
las semillas del peyote,
inhalando de ellas el árbol opulento,
árbol recién nacido,
apto para empezar a correr
desnudo entre los bosques.
Aquí, en este balneario perdido
De mediados de los 90,
en este mar atlántico,
de la provincia de Buenos Aires,
retozando en las aguas
y también en la arena,
yo te saludo, psicotrópico.
Mi saludo deportivo,
recreativo,
se me escapa del pulmón salado,
a través de estas islas
escandalosas hijas tuyas.
Qué ganas de aspirar
el humo de tu incendio
y sentir dos pozos amargos en las axilas.
Las axilas, psicotrópico,
con brazos retorcidos en tus llamas.
Puños que me das en la boca,
Golpes para rajar los cocos
De este pequeño dios colérico
Que todos llamamos narcisismo;
ojos son los que me das
para alumbrar la sombra de mis tigres;
oídos para escuchar
las pezuñas lejanas de los faunos
sobre la tierra.
Te debo el cuerpo oscuro, psicotrópico,
las piernas ágiles y la cabeza crespa,
te las debo,
mi amor hacia las hembras elementales,
y esta sangre imborrable.
Te debo los días altos,
en cuya tela azul están pegados
soles redondos que se ríen;
te debo los labios húmedos,
la cola del jaguar
y la saliva de las culebras;
te debo el charco
donde beben las fieras sedientas;
te debo, psicotrópico,
este entusiasmo de niño,
de correr en la pista
de tu profundo cinturón
lleno de rosas amarillas,
riendo sobre las montañas y las nubes,
mientras un cielo marítimo
se destroza en infinitas olas
que terminan en mis pies.