Acabo de unir mi falsa Commodore a un viejo equipo de audio de cuarenta watts de potencia con un cable que cambié en el Video Club de Martín de Gainza. El circulo finalmente se ha cerrado. Mi familia mira el reloj esperando la llamada de los vecinos. Luego será el silencio o el exilio, pero ahora bailo, bailo, una vez más.