“Cuando me encontré con Beckett y le comenté que tenía una comisión de la Opera de Roma y que quería hacer algo con alguno de sus textos, él me comentó que odiaba la ópera...
- Yo también –le respondí–, raramente voy a la ópera.
- Además –me dijo él– no me imagino mis palabras puestas en música.
Y yo le respondí algo que era absolutamente cierto: que si bien había escrito bastante música vocal, en ninguna de las obras se pronunciaba palabra alguna...
- Entonces, ¿qué es lo que usted quiere hacer?-, me preguntó Beckett.
Le respondí:
- No tengo la menor idea..."