Por Sebastián Antezana.
En tu escritura, especialmente en “Los amigos soviéticos”, se percibe un evidente cruce entre literatura, periodismo e internet (prensa gráfica, locutorios, blogs, kioskos, etc.). Así, los medios alternativos u oficiales, internet entre ellos, se ven como proveedores de un tipo de discurso, de escritura, que establece nuevas formas de producir cultura. Alguien decía que, por ejemplo, el uso literario de portales como Wikipedia había hecho de la erudición un mero disfraz de las comunicaciones 2.0. Así, parafraseando a la novela, ¿se podría decir el “copy-paste” como una de las bellas artes?
Hoy internet es un auto nuevo con tapizados viejos. Cuando mi generación terminó sus años de estudios universitarios, la vida todavía era analógica. En 1998, por ejemplo, me fui a Europa y pagaba con francos en Francia y con marcos en Alemania, y escribía cartas a mano en papel que luego metía en sobres con estampillas. El siglo XX fue el siglo XX hasta el final. La Gran Conexión vino después. Empezó cuando yo ya había terminado la universidad. La pregunta es ¿qué va a pasar cuando los niños de la web empiecen a generar sus propios contenidos? ¿Qué van a escribir? ¿Cómo van a escribir? Una amiga me dijo de Los amigos soviéticos que es una novela “wikipédica anecdótica”. Por otra parte, el arte del copy-paste implica que no parezca copy-paste, y cuando deja de parecerlo ya es otra cosa. Véase también Pierre Menard, autor del Quijote, que salió en Ficciones, un libro de 1944. Todas las innovaciones técnicas influyen en el logos, pero el logos siempre redirecciona a la tradición.
”Los amigos soviéticos” parece carecer de un asunto o problema argumental y la trama parece ser apenas un pretexto (un argentino —¿JT?— y dos rusos se juntan para hablar, tomar vodka y disparar desde los techos) para discurrir libremente por una serie de temas/obsesiones personales. ¿Cómo se enmarca este gesto —postmoderno, postideológico, si se quiere— en una novela que parece querer explorar las consecuencias psicológicas del fin de la URSS, como dice el propio protagonista, país objeto de “la Razón moderna”?
No tengo la menor idea.
¿Por qué literatura y política en tu obra? (¿es ésta una especie de marca generacional argentina?) Y, ¿por qué literatura y política desde una perspectiva en que el humor es, casi siempre, burla, insulto o mentira?
John Cheever dijo una vez que su único objetivo al escribir había sido contar historias que consiguieran integrar su historia con la historia del mundo. Me siento muy identificado con esa definición. Por otra parte, siempre es más redituable contar rarezas. Narrar la burla, el insulto, la mentira, la anomalía, los equívocos y los malentendidos, las contradicciones y sus consecuencias. Hoy, en Buenos Aires al menos, la militancia política está dividida. Por un lado, se compra la épica neoperonista, o por el otro, se aprende el lenguaje de la administración y la burocracia. Yo no compro el show de la épica. Me interesa narrarlo, lo disfruto, me apasiona. Pero soy hijo y nieto de un inmigrante, mi linaje es el de Odiseo, no el de Aquiles, mucho menos el de Sócrates. Leo los libros canónicos, pero también las revistas de variedades. Vivo en la superposición entre la ciudad mercantil y la ciudad letrada y sé que el conocimiento en mi familia siempre tuvo fines prácticos. Entonces, si se rechaza ser sujeto de la épica, en Buenos Aires hoy hacer política implica aprender a aburrirse, realizar movimientos lentos, como el caracol. La idea es de Gunter Grass. Y si algún día estalla la bronca, allí estaremos, porque Odiseo también peleó en Troya (que encima era una guerra que le venía de arriba, por los problemas entre una puta y un cornudo). Mientras tanto al Imperio que nos aplasta se lo vence sin gritos, con inteligencia y sigilo.
En “Los amigos soviéticos” tienes momentos muy graciosos y política o contrapolíticamente muy lúcidos que, sin embargo, han hecho que, entre otras cosas, te llamen escandaloso (bardero, leí por ahí). Así, ¿utilizas la literatura como exorcismo ideológico?
No me llamaron escandaloso por Los amigos soviéticos, que más bien pasó sin mucha alzada periodística. Me gané algunos motes similares por mi poema El ignorante y por algunas declaraciones malsanas que no pienso repetir aquí, porque una vez va como tragedia y la otra como farsa. Por otra parte, no tengo idea de cómo puede llegar a leerse lo que escribo en Bolivia. Pero tengo mucho entusiasmo por ver qué pasa con Música para rinocerontes, el libro de relatos que va a publicar la editorial El Cuervo y que voy a estar presentando en el marco del encuentro de Escritores Iberoamericanos.
A propósito del encuentro al que vienes en junio, ¿qué papel juega el humor en el conjunto de tu obra?
No creo que sea algo importante. Por lo menos yo no escribo para generarlo. Mis lectores más cercanos dicen que mis libros tienen mi sentido del humor. Es posible. También es verdad que yo muchas veces digo cosas en serio y la gente se ríe. Es un mecanismo, por lo menos, curioso. A propósito de eso, ¿Evo tiene escritores que hagan humor? ¿Quiénes son los novelistas del Gobierno? Quiero leerlos ya. Deberían cultivar el subrrealismo subsocialista del que hablaba Paco Ignacio Taibo II, que para mí es otra forma de referirse a los géneros narrativos que produce internet.
(Te devuelvo una de tus 25 preguntas) ¿Cuál hubiera sido la mejor forma de festejar el Bicentenario de la Revolución de Mayo en Argentina?
Bajando el precio de todos los libros.