Corrección política para todos
En el Festival de Cannes, un argentino ganó por primera vez la Cámara de Oro, Terrence Malick ganó la Palma de Oro con lo que tiene todo el aspecto de un pastiche místico y Lars von Trier se hizo declarar oficialmente “persona non grata” por decir en la conferencia de prensa oficial que Hitler le causaba cierta simpatía. Sus comentarios (de ningún modo racistas ni pronazis) se consideraron “inaceptables, intolerables y contrarios a los ideales de la humanidad y generosidad que presiden el festival”, según se lee en el comunicado emitido por el Consejo de Administración presidido por Gilles Jacob. Jacob fue desde los noventa un verdadero padrino para Lars, su descubridor y su campeón.
El niño Lars ganó la Palma de Oro en 2000 por Dancer in the Dark y dos años antes, cuando presentó Los idiotas, tuve la oportunidad de entrevistar a Von Trier en Cannes. Fue en compañía de una media docena de colegas internacionales y transcurrió en el fastuoso Hôtel du Cap donde, como Lars era fóbico (nunca me quedó claro a qué), se alojaba en una casa rodante estacionada en los jardines. La entrevista transcurrió en una glorieta que proporcionaba una fabulosa vista del Mediterráneo. Von Trier, como los personajes de su película, mezclaba confusión y grandilocuencia en cada respuesta. En un momento, anunció que la noche anterior se había dado cuenta de que tal vez Hitler tuviera buenas intenciones, que él no era del todo diferente al Führer y que en su lugar, podría haber cometido los mismos errores. Me acuerdo de haber pensado en ese momento: “¡Qué imbécil que es este tipo!, cómo es posible que hable de Hitler con esa ligereza, con esa especie de ingenuidad ignorante”. Publiqué las declaraciones “nazis” de Von Trier en El Amante y supongo que los otros periodistas también las publicaron en sus medios. No produjeron ningún escándalo, aunque se parecían a las que hizo once años más tarde como gotas de agua.
No sé si fue la posibilidad actual de ver la conferencia de prensa en la Internet lo que amplificó los alcances de esta tontería hasta provocar que el distribuidor en la Argentina cancelara el estreno de Melancholia, cuando ese mismo distribuidor estaba feliz de lanzar sus películas anteriores, aún habiendo leído lo que Lars dijo en aquella oportunidad. Pero eso es lo que ocurre con la corrección política, un territorio pantanoso y difuso como pocos, cuyo fundamento no es siquiera la descalificación de los demás por sus ideas sino por lo que los acusadores suponen que son sus ideas. Para ilustrar la inestabilidad del concepto de CP, digamos que cuando se conoció el repudio a Von Trier, un par de cineastas bosnios solicitaron que se expulsara también de Cannes a Emir Kusturica, otro mimado de Jacob, dos veces ganador de la Palma y este año presidente del jurado de la sección Un certain regard. Los bosnios acusan a Kusturica de haber hecho películas con dinero del dictador serbio Miloševic y de componer canciones en honor del carnicero Radovan Karadžic, notorio criminal de guerra. Acabo de recordar que nuestro indignado distribuidor fue también responsable de la venida a la Argentina de Kusturica y su banda. Curiosamente, Kusturica (un tipo mucho más pesado que el tonto Lars) salió mejor librado de su alineación balcánica que Peter Handke, quien ha pasado a ser una especie de muerto civil a partir de su apoyo a los serbios.
Recuerdo también que, hace poco, un escritor argentino tuvo que resignar la columna que escribía en una revista porque un grupo feminista intimidó a los anunciantes después de confundir una mala palabra con una violación. Estos asuntos son muy desgraciados y sólo una conclusión se puede extraer de ellos: que tan feo como ser un delator es prestarse al juego de los delatores.
http://www.perfil.com/ediciones/2011/5/edicion_576/contenidos/noticia_0040.html
29/05/11 - 01:57