viernes, 4 de marzo de 2011

Arte, provocación y guarradas en la calle



El último jueves de febrero fui a la inauguración de “Arte y provocación”, una retrospectiva que el Centro Cultural Recoleta le dedica a Miguel de Molina. Vi vestuarios, zapatos, carteles de cine y teatro, y muchos autógrafos de famosos, uno de los cuales es una foto de Perón donde el General le agradece a Molina por haber actuado para los trabajadores. El cruce “arte y provocación” me resulta tan atractivo como el clásico “arte y política”. Desgraciadamente uno puede salir de la muestra sin entender en qué provocaba, a quién provocaba y por qué provocaba Molina. (La historia dice que era un icono gay y que el franquismo lo empujó a su exilio en la Argentina.) Si está bien o mal que el Recoleta haga este tipo de homenajes me lo guardo. Lo que sí quiero decir es que, en esta muestra, de arte, poco, y de provocación, nada de nada.

Unos días antes, el lunes 21, Página/12 publicaba una nota titulada “Cuando piropear se confunde con la agresión”. La noticia: hace poco Buenos Aires se sumó a un movimiento internacional, desarrollado en distintas ciudades del mundo y a través de la web, que busca combatir los piropos lascivos a los cuales considera “acoso verbal callejero”. El sitio se llama buenosaires.ihollaback.org y su impulsora es Inti María Tidball-Binz, una curadora de arte de veintinueve años que vive en San Telmo. Apenas empieza la nota, Inti María se pregunta, obtusa, “¿cuánta gente encontró el amor de su vida diciéndole un piropo en la calle a otra?”, y enseguida avisa que “en Nueva York promueven sacar una foto con el teléfono celular al acosador y subirla a la web”. A primera vista parece que estamos frente a una rara mutación de la eterna cruzada de las “señoras bien” contra la picaresca. ¡Cuántos equívocos en tan poco espacio! Casi se podría decir que es algo bello. Voy a ahorrarle al lector la defensa de la riqueza idiomática de la obscenidad y la reivindicación del piropo como género menor. Pero me pregunto: ¿Dónde termina el comentario admisible y dónde empieza la guarrada? ¿Quién decide qué provocación es arte y qué provocación es exhibicionismo? ¿Qué diría sobre el tema Miguel de Molina? Realmente me gustaría conocer su opinión. Y si el presupuesto da para ampliar la sesión de espiritismo también podríamos consultar a Manuel Puig, Alfonsina Storni, Néstor Perlongher y Salvadora Medina Onrubia.

Inti María debería saber que si convocamos al Gran Otro Social para que ayude a juzgar y condenar algo tan subjetivo como el efecto de un piropo es muy probable que fallemos. Mariana Carbajal, autora de la nota, admite que lo que a una mujer le da miedo, a otra mujer la halaga. ¿Lo grosero implica siempre una agresión? Una amiga me dice por chat: “Se sabe. No es lindo que te digan algo, pero si no te lo dicen te sentís fea.” Al mismo tiempo es difícil ver un aporte genuino en el proyecto importado de Inti Maria. La pelea por el aborto libre y gratuito, la asistencia psicológica y judicial a mujeres golpeadas, la lucha contra la trata de personas, se me antojan temas más urgentes y menos abstractos a la hora de plantear una militancia de género. Por otra parte, luchar contra el acoso callejero por medio de blogs suena tan eficiente como intentar frenar un colectivo mandando un mail o a protegerse de la lluvia vía twitter.

Durante la conferencia de prensa en la que Mauricio Macri presentó al Midachi Miguel del Sel como pre-candidato a gobernador por la provincia de Santa Fe, el cómico –me refiero a Del Sel– dijo desear que “los negritos se bañen con agua caliente y dejen de manguear”. Acto seguido, Claudio Leoni, secretario general de la Federación de Sindicatos de Trabajadores Municipales de Santa Fe, presentó una denuncia en el Inadi por considerar esa frase discriminatoria. Por más que le doy vueltas a la expresión de Del Sel no logro encontrar en ella ánimo discriminatorio. La denuncia, entonces, me resulta excesiva y frívola. ¿Somos una sociedad más justa si suprimimos los piropos callejeros y expresiones coloquiales y hasta cariñosas como “negritos”? No creo. Sí creo que estos mecanismos de control paranoico de la lengua nos empobrecen, más allá del uso político espurio que puede dárseles. El crítico ruso Víctor Sklovski, uno de los fundadores de la teoría literaria moderna, consultado sobre los temas del poeta Vasili Rózanov, dijo que todavía no eran “de suficiente mal gusto para convertirse en buenos”. Hay poesía potencial en la infracción sintáctica, en el desafío a la norma, en la violencia latente de un insulto. Termino así con un deseo para este 2011: encontrar a Inti María Tidball-Binz en un versnisagge, tomar juntos una copa y luego decirle que me encantaría romperle el culo a pijazos. Salud.


(Publicado en El Guardián #3, marzo del 2011)