La historia ya es vieja. Vargas Llosa viene a inaugurar 37º edición de la Feria del Libro. Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, escribe una carta pidiendo que no lo haga. Escándalo. La presidenta CFK le dice a González que se deje de joder. González, entonces, escribe una segunda carta desdiciéndose de la primera. En el medio, mucha gente trata de aparecer en cámara. Primera impresión: ¿Tan controversial es Varga Llosas? ¿Tanto hay que defender la libertad de expresión? Cada vez que opina de algo más o menos político, el escritor peruano subestima a todos y en especial a sí mismo. ¿Qué arrastre puede tener hoy en nuestro electorado, en nuestra conciencia, en nuestra civilidad? La idea de que inaugurando la feria del libro modifique o dañe algún tipo de construcción política, civil o sanitaria es ridícula. De existir el “mesianismo autoritario” del que habla González en su primera carta, sería para reírse. Luego agrega que Varguitas “ofende a un gran sector de la cultura argentina”. Pero la verdad es que el novelista es un demodé que no encaja en la región. Como candidato, fracasó. Como operador político dice gansadas. La señora presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo agarró al vuelo. Abrió el año político con un excelente discurso y le sobró tela ¡para garantizar la institucionalidad de la Feria del libro!
Llama la atención la ansiedad de los progres. ¿O es que le faltaban algunas páginas a la fotocopia del El Arte de la guerra? Si se querían accionar sobre Varga Llosas había que recibirlo, que hablara y después, en caso de que sacara los pies del plato, darle el merecido mazazo con un clásico movimiento de retroceso, espera y emboscada. Alcanzaban dos editoriales y una cadena de mails. Pero salir a cortarlo de base desprotegió el flanco para la indignación idiota –esa la conocemos– y encima después quedaron recontrapagando. Insisto: Si Varguitas se clavaba un exabrupto contra Cristina, ganaba Cristina. Si hablaba del “flagelo de Internet” y cómo le duele que se haya perdido el viejo y ocioso arte de la novela, no pasaba nada. Por lo pronto, el peruano le dijo a Clarín que ahora la situación lo obliga “a hablar de política” y recordó que la Biblioteca Nacional tuvo como directores a “la mejor tradición argentina”. Cita a Lugones y Borges, se olvida o no conoce a Hugo Wast. En fin. El melodrama tendrá otro capítulo.
Mientras tanto, el caleidoscopio de boludeces a las que nos sometió el campo intelectual sub 70 resultó feroz. “Me produjo una enorme indignación” le dijo José Pablo Feinmann a La Nación. En Newsweek, Martín Caparróz, en la peor columna de su vida, le escribió a González: “Disculpame que te diga que tu gesto me parece autoritario”. Noé Jitrik, con voz de ultratumba, sentenció en Página/12: “Pero si es peligroso politizar lo literario, como es el caso, también lo es comercializar la literatura”. Mempo Giardinelli, paranoico, vio conspiraciones. Hacer la lista completa me entristece. En su último y excelente libro, El acorazado Potemkin en los mares argentinos, editado en el 2010 en la fundamental colección Puñaladas de Colihue, González dice en relación a su educación católica: “Se equivocan los que creen que el acto pedagógico es provocar entusiasmos. El clero lo sabe con largueza: es saber provocar decepciones”. Está polémica, entonces, me resultó intensamente pedagógica.
Y digo: Festejo la reciente designación de Gabriela Adamo como la nueva directora de la Feria. Apenas asumió dijo que quería hacerla más internacional. ¿Nadie pensó en eso? A las ferias, señores, se va a comprar. Y el último premio Nobel es un gran acierto comercial. Quintín lo dijo enseguida en su blog, hoy de capa caída. Luego le pifió por mucho cuando vaticinó que Varguitas sería finalmente censurado. Como a tantos, la presidenta le tapó la boca. Termino con una breve arenga al gremio de la opinología: Colegas mayores y muy mayores, dejen de plantarles agendas falsas a los medios. No sean tan atolondrados. Convenzan a sus editores de que hay temas más urgentes. Tenemos que discutir si la AUH va a ser ley, tenemos que bajar el precio de los libros, tenemos que hablar del aborto libre. Tanto se cita la defensa del modelo, ¿pero cuál es el modelo? ¿Venderle soja a los chinos? Defender o atacar a Vargas Llosa no es importante. Estoy convencido de que hoy el modelo se tiene que discutir alrededor de la tecnología. Si nuestros editores compran escándalo, armemos un buen escándalo alrededor de estos temas. Porque si tenemos estos temas bien presentes en la agenda, nos va a dar lo mismo si la feria del libro la inaugura Ronald Reagan, el Tío Rico, Jean-Marie Le Pen o Alejandro Biondini y los siete militantes trasnochados del Partido Nuevo Triunfo.