En el circo ponían a sonar Motörhead,
porque la consideraban una banda peronista.
El dueño entendía que Lemmy
era la simbiosis perfecta
entre el obrero metalúrgico
y el bajista que toca con púa.
Ya sé, pero pensalo bien.
Después de una década y media
recorriendo América en una traffic blanca
es previsible que se pique un poco la chapa,
que los amortiguadores sufran
y que el personal fijo prefiera tomar algo
de espaldas a la pantalla
cuando proyectan las primeras imágenes.
De lo que nunca se cansaban
era del tipo de las serpientes
o del que saltaba con la moto
por el aro de fuego.
El peligro los mantenía vivos y despiertos,
como el neuro-zombi de Banfield
que al principio criticaba todo y después,
cuando le venció el contrato,
dijo que se quedaba porque había perdido
la habilidad de sentirse libre.