Estábamos cerca de las canchas de tenis. Yo había llevado mi raqueta y tenía ganas de jugar pero en ese momento no había cancha libre y nadie parecía estar buscando pareja.
- ¿Qué vamos a hacer con los pasajes?
Teníamos millas de viajes. En realidad, era más complejo. LAN te regala millas si te demora un vuelo y a nostros nos habían tenido en un hotel de Lima, una noche y parte de un día, en una escala a México. Lo que pude ver de Lima en un viaje en auto no me gustó.
- Tengo ganas de ir a Bolivia, o a Venezuela, y escribir un libro.
Estaba lidiando con una novela, pero tenía ganas de hacer alguno de esos viajes desde hacía algún tiempo. Era una fantasía, pero era una fantasía que podía dar algo bueno.
- Yo prefiero ir a Maceió a bucear -dijo ella.
- Sí, eso también está bueno.
- Los libros los podés escribir acá.
- No es lo mismo.
La idea de ir a Bolivia era diferente de la idea de ir a Venezuela. Los dos países me daban curiosidad. Con Evo era una cuestión de empatía política directa. Con Chávez se volvía más difícil escribir, pero eso hacía mi fantasía de libro más atractiva. "Posicionarse, bajar línea, parcializarse, aceptar las contradicciones" pensé.
- Vamos de vacaciones -dijo ella.
Su tono de voz era el que se pone para hablar arrastrando el sentido común.
Me quedé pensando. Miré la raqueta.
Podía visitar alguna librería, traer libros nuevos, hablar un poco en portugués.
- Mirá si llego y hay un golpe. Sería una historia excelente.
- Eso es muy idiota.
Más tarde jugué con un vecino, tiré un par de saques buenos y devolví bien de revés. Igual, me resultó evidente que todavía me faltaba pulir un poco el estilo. Con el vecino hablé de otra cosa. Era abogado y acababa de tener su tercer hijo, un varón, hacía tres meses.