viernes, 2 de septiembre de 2011

El sátiro de la bicicleta

Luciano Lamberti (Argentina) | Sitio Web: Acapulco

Hay un degenerado en el pueblo: el sátiro de la bicicleta. Sale de noche, a eso de las nueve, completamente desnudo, con una peluca color mancha de tabaco, en una bicicleta de paseo con canastita para hacer las compras. No grita, no hace escándalo: es como si estuviera volviendo a su casa después de un arduo día laboral, pero desnudo y con una peluca rubia.

La gente lo ve y se ríe. Los chicos le tiran piedras. Un hombre sale a correrlo con la intención de molerlo a golpes, y está a punto de agarrarlo del cuello cuando el degenerado voltea, los ojos ocultos bajo el flequillo rubio, y se aleja después a una velocidad sobrehumana perdiéndose en la noche.

Corre la noticia, la policía manda un patrullero. Dos uniformados buscan al atardecer al degenerado de la peluca rubia. Pero el tipo es astuto, cambia de calle. Un día lo ven, prenden la sirena, lo persiguen. Pero el tipo también es rápido: tiene las piernas musculosas, llena de músculos apretados como las piernas de un fisicoculturista o de un corredor olímpico, además conoce los pasadizos secretos y los escondites del pueblo y puede alcanzar, con esa bicicleta de paseo que tiene una canastita para hacer las compras, velocidades increíbles.

Un día la peluca se le cae y un vecino lo reconoce: es el Paquito, el hijo medio loco de una viuda. La madre es vieja y medio ciega, tuvo una vida horrible con el esposo que se le murió joven por una patada de caballo en la cabeza y la hija que quedó embarazada a los catorce y casi se muere por un aborto clandestino y ese hijo que cada vez que puede se calza una peluca amarilla y sale a andar desnudo en bicicleta. Su bicicleta.

Llegan enfermeros con chaquetillas verdes a buscarlo. Lo quieren llevar al Cottolengo, lo quieren internar, le quieren dar droga en la comida. El Paquito salta por los techos, corre por los tapiales, desaparece. Lo busca la policía, lo buscan los enfermeros, lo buscan los vecinos, lo busca su madre, no hay caso, el Paquito se esfumó.

Pasan años y no se sabe nada de él. Lo olvidan los policías, lo olvida la gente, su madre, vieja y ciega, no lo olvida.

Los chicos dicen haberlo visto en los cañaverales, cerca del desague, cazando vizcachas con un palo, completamente desnudo, o durmiendo en el pasto, la barba crecida, el pelo sucio.

La madre ciega piensa en eso y se conforta: su hijo viviendo en los cañaverales, libre.

Se duerme cada noche con ese pensamiento.

http://lasmalasjuntas.com/2011/09/02/el-satiro-de-la-bicicleta/