Iván Ferreyra es un narrador y agitador cultural cordobés. Máquina de sumar y confrontar, lanza en estos días el número dos de una revista de intervención directa bautizada Polosecki, ciudad de culiados. Su última novela, Bambi es una indagación sobre la familia, como núcleo duro de la sociedad. Para fin de año prepara un libro de poemas titulado Diving Horses, inspirado en una mujer que se lanza con su caballo al agua desde una plataforma elevada doce metros por sobre el nivel del mar.
¿Cómo vez el campo intelectual cordobés hoy?
Veo tinieblas y una señal de ajuste que varía entre la Iglesia Universal y el Opus Dei, veo zombies engordados con milanesas de soja elegidos por sus madres como jurados, veo mucha gente del pasado, se puede ver el silencio que marca la cara, como cuando dormís mal, ese silencio cómplice del aparato que idiotiza desde la pasividad. Veo mucha gente muerta, mucha mezcla de traidor y de bueno para nada. Veo grandes publicaciones creadas con delirios megalomános nacidas para generar un discurso de asistencialismo, hablando de cualquier cosa menos de lo que pasa en Córdoba, dónde comparten personas de talento guionadas con un buen sueldo, un Clarín tocado por Kenny G.
¿Qué actores de ese campo te interesan?
Me interesa Jorge Villegas, un dramaturgo que rompe las reglas, ofrece una visión revolucionaria de la realidad a través de su obra, recomiendo su Proyecto Judiciales y Zoociedad que se viene en breve. Creo en la lucidez de Anibal Buede y Omar Hefling, dos intelectuales que respeto. Creo en Sergio Smucler y Marcos Rostagno y la construcción de un discurso cinematográfico que hace ruido, que no se olvida. Creo en Marcelo Dughetti y Sergio Gaiteri, dos escritores tremendos, llenos de prosa que no pretenden otra cosa que sumar.
¿Cuáles no te interesan nada?
No me interesan los pretenciosos, los que buscan pertenecer, los que tienen un guión, los que moldean su discurso en base al gobierno de turno, así es Córdoba, podés trabajar en La Voz del Interior y decir que sos K, y nadie te cuestiona, todos te creen, es demasiado esfuerzo cuestionar, es demasiada intensidad. No me interesan los que no cuentan historias, los que las desconocen, y ensucian la cancha con modismos obsoletos. Creo en los analfabetos y su visión del mundo.
La Argentina tiene un recuerdo muy claro y muy revivido de la censura política. ¿Pensás que sigue habiendo censura?
En Córdoba existe, yo la he padecido, y lo expuse en mi blog y en las redes sociales, creo que son hechos que no tienen que pasar desapercibidos, la soberbia del falso progreso ha provocado un avance de la mediocridad, que sostiene que cualquier producto con pretensiones populares deba parecerse a formatos moralmente correctos. Si te piden una nota de una ventana, después no pueden cuestionarte si la ventana está abierta o cerrada y si lo que se ve detrás de ella molesta la sensibilidad social políticamente correcta.
¿Creés que existe una censura del dinero, por ejemplo?
La censura del dinero existe en la medida que sea un motor a la hora de crear. Un intelectual cordobés, José Luis Arce a eso lo llama la kioscorización de la cultura, artistas que accionan sabiendo el monto del que disponen. Desde espacios como Casa Trece se piensa en accionar desde el modo inverso, que se piense en la idea luego en como ejecutarla. No todo está perdido sino tenés recursos, es el tiempo de la palabra escrita, y eso es gratis y es poderoso, no hay que llenarse de miedo ante el terror de la ausencia de dinero. En esta ciudad, todo lo que se hace con dinero a nivel artístico al otro día no se acuerda nadie. Por eso está de moda el cemento, el gris siempre es mejor que el verde, no vaya a ser cosa que uno tenga ganas de soñar o tener una esperanza.
¿Cómo surgió la idea de hacer “PoloSecki, ciudad de culiados”?
Soy un gran admirador de la crónica y del arte de contar historias, y un estudioso del suicidio como acto individual por excelencia. Polosecki es un personaje fascinante, y después de escribir una trilogía sobre el suicidio (tres novelas) decidí seguir en ese rumbo, Polosecki es un magazine, es papel impreso en blanco y negro como miran los perros, es activista estético y peronista, dedicado a albinos y ciegos, cuenta historias de tipos que sostienen el sistema, podríamos llamarlos perdedores o personas que nunca le salen bien las cosas. Reune un staff de escritores realistas, unders, desaparecidos de los monopolios, artistas en ayunas, con ganas de morder las nubes, lo gráfico apunta a los ochenta, con un antivirus posmoderno. Es una canción hermosa que podés escuchar las veces que quieras. Polosecki es otra forma equivocada de cambiar el mundo, una forma hermosa.
En Bambi, tu útlima novela, la familia aparece al mismo tiempo como un lugar de comunión y de amenaza, de peligro y de protección. ¿Por qué?
El miedo y el dolor siempre nacen desde el seno de las familias, un formato de unión moralmente indicado que sólo causa estupidez, en las familias se generan las peores docencias que existen, el desamor, el resentimiento, las secuelas de todo, hasta de un eructo de vino del padre, cualquier excusa sirve para ser infeliz. Creo en la familia como red de unidad de resistencia, personas unidas por el abrazo por encima de las ideologías, creo en los que escuchan sin pensar en el día siguiente. Mi familia es la Times New Roman. En Bambi, una familia tipo se convierte en una planta carnívora que no distingue si come plástico o vegetales. El capitalismo y la televisión destruyen la familia, la convierten en un juego de mesa, dónde nunca gana nadie.
¿Cómo va a ser tu próxima novela?
Mi próxima novela se llama Una chica Kaurismaki. Mujeres que fuman hasta sus dedos y subliman el amor, es siempre temporada de caza, la histeria es la nueva moral y la soja es la nueva hostia, historias que no le interesan a nadie, inmersos en un mar de cocaína que no salva delfines. Eso sí, hay esperanza, todos esperamos la llegada de un rompehielos. Una novela que puede ser tan incómoda y placentera como una cubetera.
¿Qué le falta a Córdoba? ¿Qué le sobra?
A Córdoba le faltan desaparecidos, le sobran represores. Le sobra cemento y autos, le faltan líderes políticos, sindicales. Sobran quebrados y snobs, faltan librerías, bibliotecas, teatros. A Córdoba le faltan medios independientes, le sobran burócratas mediáticos. A Córdoba le sobran pelotas con su pasado de lucha sostenido por obreros, le falta entusiasmo, es una ciudad que vive cansada, mal dormida, enojada, con ausencia de lluvia eterna, en un pozo lleno de olor a bosta, le sobra fuego en sus montañas. Alguien vino y nos sacó el alma mientras nos reíamos de alguien, así es acá, todos nos reímos del otro, y somos los más boludos del país, gobernados por inútiles en dónde busques.
¿Dónde está López?
En Saint-Tropez o en el país de los finales inconclusos, el nuestro, el del Diego y el Che.