"Puesta a confesar mi parte de verdad, la gran excitación de la noche del viernes se debía al hecho de ver a Katja Alemann en escena por primera vez. Digo, después de tantos años de tenerla como un ícono pop de adolescencia, iba finalmente a verla como veo esta pantalla de pc, y eso me hizo llegar temprano y sentarme en la segunda fila, que habitualmente declino. Todo lo demás, todo lo que acompañara a Katja, era accesorio, relativo, mudable.
Afortunadamente Taller Mecánico fue un poco más que una excusa por ver a mi ídola de adolescencia. Un taller mecánico que oscila entre convertirse en un patíbulo o un nido de amor desesperado me distrajo de la ansiedad por ver a Katja, y en el medio disfruté de una "tragicomedia conurbana" (tal como reza el afiche) con todos los elementos del género, a saber: mecánicos y metaleros que se disputan el amor de una embarazada con el sí fácil, cosas de caucho, un afiche de una señorita semidesnuda, un árbol de navidad destartalado, cierta ternura y cierto cinismo en cantidades necesarias."