Bueno. La historia empezó así. Me levanté tarde y con ganas de seguir durmiendo. Y después atrevesé todo el día tecleando sin releer en la computadora, metiendo palabras adentro de un word, con el alivio pesado de cinco o seis interrupciones. Hice dos siestas. Las dos cortas. Una cerca de las tres de la tarde y otra hacia las siete, siete y cuarto. La cabeza se me descascaraba del lado de adentro. O eso pensaba hasta que me senté recién y puse el volumen de la ansiedad al mango a ver qué pasaba. Saturó y se desconectó. También comí una ensalada de pepino y zahanoria y un pedazo de pollo hervido que me contó, antes de que lo cortara en cubos, la historia de su vida que empezaba así: "Nací en un emplazamiento de Cargill al oeste de la provincia de Buenos Aires donde pasábamos despiertos veinte horas al día abajo de una luz artificial, nos daban cinco comidas y no teníamos banda ancha".