Pautas y términos precisos para informar sin discriminar
Distintos manuales orientan a los comunicadores para enfocar correctamente las noticias relacionadas con discapacidad y género. Un material que a la vez es de interés para lectores, oyentes y televidentes y que señalan los términos que deben utilizarse.
Miercoles 27 de Abril de 2011 Hs.Dos guías circulan en las redacciones: una elaborada por la Secretaría de Medios de la Nación, en la que se indican pautas de estilo sobre la discapacidad; y otra sobre la identidad de género, realizada por el Instituto Nacional contra la Discriminación (Inadi) junto a colectivos de diversidad sexual.
De lectura y aplicación obligada para periodistas, estos materiales también tienen valor para lectores, oyentes y televidentes, ya que además de ayudar a aumentar la calidad de las producciones periodísticas, brindan elementos para expresarse adecuadamente también en la vida cotidiana.
DISCAPACIDAD. En el manual con pautas de estilo periodístico elaborado por la Secretaría de Medios de la Nación se enumeran reglas para el tratamiento de la información sobre discapacidad y se proveen elementos científicos y técnicos que ayudan a precisar el lenguaje y el enfoque.
En muchos medios, la discapacidad merece una completa indiferencia y está ausente de las páginas de diarios y revistas. Es común escuchar en una reunión de redacción que “son temas que espantan a los lectores” o que “no le interesan a nadie”. O que “es mejor hablar de cosas lindas”. Además de la actitud discriminatoria que estas posturas conllevan y de la pérdida del valor de construcción solidaria que debe prevalecer en la lógica de los medios, también exhiben el desconocimiento de que existen millones de personas con discapacidad –el 7 por ciento de la población– y que su poder de audiencia se multiplica con sus familiares y allegados. Y que todos somos plausibles de potenciales discapacidades. Por lo que, en realidad, son temas que interesan a mucha gente.
Del otro lado están aquellos medios y periodistas que bregan por desterrar cualquier tipo de discriminación negativa pero en su prédica recaen en una excesiva discriminación positiva. Lejos de lograr sus supuestos objetivos de integración, terminan fortaleciendo las diferencias. Esto sucede porque se parte de una actitud paternalista o benévola hacia las personas con discapacidad que entiende como un gesto de generosidad o una concesión la publicación de información al respecto. Lo que muestra es que no está internalizado que la publicación de información relacionada con la discapacidad no es de ninguna manera una concesión, sino que constituye un derecho.
También están los medios y periodistas que apelan a los golpes bajos –esto sucede mayormente en la televisión– para aumentar el impacto, con imágenes y música dramáticas. Otra práctica relacionada es la que le da un valor superlativo a logros deportivos, sociales, culturales conseguidos por personas con discapacidad. Como diciendo: pese a su discapacidad, increíblemente logró un éxito.
Por último, están los medios que brindan al tema un espacio especial (secciones, suplementos) que si bien es loable, no es correcto que se restrinja la información en un segmento específico. Lo ideal es que se incluya dentro de la trama periodística que se le da al resto de las noticias. Si al buscar un objetivo solidario de integración se configura una especie de corralito informativo, el efecto es contraproducente.
TÉRMINOS. En la guía se recomienda decir “persona con discapacidad” y usar en general una terminología adecuada sin sesgos peyorativos. La clave es no sustantivar adjetivos: no etiquetar a los individuos como “el sordo”, “el ciego” o “el discapacitado” y en su lugar decir “persona sorda”, “persona ciega” o “persona con discapacidad”.
Se insta también a desterrar términos que aún hoy aparecen en los medios, tales como: inválidos, disminuidos visuales, minusválidos y deficientes mentales, entre otros. Incluso, se sugiere no usar la palabra “discapacitado” y reemplazarla por la forma “persona con discapacidad”.
Evitar primeros planos de miembros afectados y recursos como sillas de ruedas, muletas o prótesis cuando no es pertinente para la nota que se está elaborando y no recurrir a la morbosidad ni al sensacionalismo son otros consejos que también se formulan en la guía.
IDENTIDAD. La guía para comunicadores sobre derecho a la identidad elaborada por la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT) indica que la única manera respetuosa de aludir a las personas trans es respetando su identidad de género, lo mismo que para cualquier individuo.
Esto significa que una persona que se identifica con el género femenino debe ser aludida mediante el género gramatical femenino en sustantivos, adjetivos, artículos y pronombres. Es decir que será “ella”, “la” y “mujer”. Del mismo modo, una persona que se identifica con el género masculino debe ser aludida mediante el género gramatical masculino.
En concordancia, aquella persona a la que le fue asignado el género masculino en su nacimiento pero se identifica con el género femenino, será una “mujer trans”, mientras que quien haya sido asignado al género femenino en su nacimiento pero se identifique con el género masculino será un “hombre trans”.
GLOSARIO. La publicación contiene también un glosario en el que se explica que “trans” es la expresión genérica que engloba a travestis, transexuales y transgéneros; que “transgénero” es la persona cuya identidad y expresión de género no se corresponde necesariamente con el género asignado al nacer, sin que esto implique la necesidad de cirugías de reasignación u otras intervenciones de modificación corporal; y se distingue al transexual del travesti.
Es transexual la persona que construye su identidad de género (sentimientos, actitudes, comportamientos, vestimenta, entre otros aspectos) diferente a la que le fue asignada en su nacimiento.
Y es travesti la persona a la que le fue asignada una identificación sexual masculina al nacer, pero que construye su identidad de género según diferentes expresiones de femineidad, incluyendo en muchos casos modificaciones corporales a partir de prótesis, hormonas o siliconas.
También se habla de “intersexuales”, que son las personas cuyo cuerpo no encuadra dentro de los estándares sexuales ni masculinos ni femeninos que constituyen normativamente la condición sexual promedio y se explica que el término reemplaza a “hermafrodita”, hoy desaconsejado.
Homofobia, lesbofobia y transfobia son definidas en el texto como percepciones o miradas deliberadas individuales, grupales o sociales que expresan una visión intensamente negativa acerca de gays, lesbianas, trans y bisexuales. Y se desaconseja el uso de estas expresiones, ya que tales “fobias” podrían ser interpretadas como una enfermedad, lo que eximiría de responsabilidad a quien discrimina.
“El uso de un lenguaje adecuado es fundamental, en tanto es la herramienta en base a la cual se articulan el mensaje a transmitir, los argumentos y las ideas. Y para la sociedad en general, del uso de las palabras adecuadas depende la actitud de comprensión y respeto hacia los demás que se muestra”, se indica finalmente en la guía.
Luciana Dalmagro
De lectura y aplicación obligada para periodistas, estos materiales también tienen valor para lectores, oyentes y televidentes, ya que además de ayudar a aumentar la calidad de las producciones periodísticas, brindan elementos para expresarse adecuadamente también en la vida cotidiana.
DISCAPACIDAD. En el manual con pautas de estilo periodístico elaborado por la Secretaría de Medios de la Nación se enumeran reglas para el tratamiento de la información sobre discapacidad y se proveen elementos científicos y técnicos que ayudan a precisar el lenguaje y el enfoque.
En muchos medios, la discapacidad merece una completa indiferencia y está ausente de las páginas de diarios y revistas. Es común escuchar en una reunión de redacción que “son temas que espantan a los lectores” o que “no le interesan a nadie”. O que “es mejor hablar de cosas lindas”. Además de la actitud discriminatoria que estas posturas conllevan y de la pérdida del valor de construcción solidaria que debe prevalecer en la lógica de los medios, también exhiben el desconocimiento de que existen millones de personas con discapacidad –el 7 por ciento de la población– y que su poder de audiencia se multiplica con sus familiares y allegados. Y que todos somos plausibles de potenciales discapacidades. Por lo que, en realidad, son temas que interesan a mucha gente.
Del otro lado están aquellos medios y periodistas que bregan por desterrar cualquier tipo de discriminación negativa pero en su prédica recaen en una excesiva discriminación positiva. Lejos de lograr sus supuestos objetivos de integración, terminan fortaleciendo las diferencias. Esto sucede porque se parte de una actitud paternalista o benévola hacia las personas con discapacidad que entiende como un gesto de generosidad o una concesión la publicación de información al respecto. Lo que muestra es que no está internalizado que la publicación de información relacionada con la discapacidad no es de ninguna manera una concesión, sino que constituye un derecho.
También están los medios y periodistas que apelan a los golpes bajos –esto sucede mayormente en la televisión– para aumentar el impacto, con imágenes y música dramáticas. Otra práctica relacionada es la que le da un valor superlativo a logros deportivos, sociales, culturales conseguidos por personas con discapacidad. Como diciendo: pese a su discapacidad, increíblemente logró un éxito.
Por último, están los medios que brindan al tema un espacio especial (secciones, suplementos) que si bien es loable, no es correcto que se restrinja la información en un segmento específico. Lo ideal es que se incluya dentro de la trama periodística que se le da al resto de las noticias. Si al buscar un objetivo solidario de integración se configura una especie de corralito informativo, el efecto es contraproducente.
TÉRMINOS. En la guía se recomienda decir “persona con discapacidad” y usar en general una terminología adecuada sin sesgos peyorativos. La clave es no sustantivar adjetivos: no etiquetar a los individuos como “el sordo”, “el ciego” o “el discapacitado” y en su lugar decir “persona sorda”, “persona ciega” o “persona con discapacidad”.
Se insta también a desterrar términos que aún hoy aparecen en los medios, tales como: inválidos, disminuidos visuales, minusválidos y deficientes mentales, entre otros. Incluso, se sugiere no usar la palabra “discapacitado” y reemplazarla por la forma “persona con discapacidad”.
Evitar primeros planos de miembros afectados y recursos como sillas de ruedas, muletas o prótesis cuando no es pertinente para la nota que se está elaborando y no recurrir a la morbosidad ni al sensacionalismo son otros consejos que también se formulan en la guía.
IDENTIDAD. La guía para comunicadores sobre derecho a la identidad elaborada por la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT) indica que la única manera respetuosa de aludir a las personas trans es respetando su identidad de género, lo mismo que para cualquier individuo.
Esto significa que una persona que se identifica con el género femenino debe ser aludida mediante el género gramatical femenino en sustantivos, adjetivos, artículos y pronombres. Es decir que será “ella”, “la” y “mujer”. Del mismo modo, una persona que se identifica con el género masculino debe ser aludida mediante el género gramatical masculino.
En concordancia, aquella persona a la que le fue asignado el género masculino en su nacimiento pero se identifica con el género femenino, será una “mujer trans”, mientras que quien haya sido asignado al género femenino en su nacimiento pero se identifique con el género masculino será un “hombre trans”.
GLOSARIO. La publicación contiene también un glosario en el que se explica que “trans” es la expresión genérica que engloba a travestis, transexuales y transgéneros; que “transgénero” es la persona cuya identidad y expresión de género no se corresponde necesariamente con el género asignado al nacer, sin que esto implique la necesidad de cirugías de reasignación u otras intervenciones de modificación corporal; y se distingue al transexual del travesti.
Es transexual la persona que construye su identidad de género (sentimientos, actitudes, comportamientos, vestimenta, entre otros aspectos) diferente a la que le fue asignada en su nacimiento.
Y es travesti la persona a la que le fue asignada una identificación sexual masculina al nacer, pero que construye su identidad de género según diferentes expresiones de femineidad, incluyendo en muchos casos modificaciones corporales a partir de prótesis, hormonas o siliconas.
También se habla de “intersexuales”, que son las personas cuyo cuerpo no encuadra dentro de los estándares sexuales ni masculinos ni femeninos que constituyen normativamente la condición sexual promedio y se explica que el término reemplaza a “hermafrodita”, hoy desaconsejado.
Homofobia, lesbofobia y transfobia son definidas en el texto como percepciones o miradas deliberadas individuales, grupales o sociales que expresan una visión intensamente negativa acerca de gays, lesbianas, trans y bisexuales. Y se desaconseja el uso de estas expresiones, ya que tales “fobias” podrían ser interpretadas como una enfermedad, lo que eximiría de responsabilidad a quien discrimina.
“El uso de un lenguaje adecuado es fundamental, en tanto es la herramienta en base a la cual se articulan el mensaje a transmitir, los argumentos y las ideas. Y para la sociedad en general, del uso de las palabras adecuadas depende la actitud de comprensión y respeto hacia los demás que se muestra”, se indica finalmente en la guía.