Empezó el otoño y yo, Juan Pierre Terranova Rivière, habiendo degollado a mi madre, a mi hermana y a mi hermano, me entregué a un festival de dulce masoquismo y me puse a leer, con toda la atención que pude, las contratapas de Página/12. La del miércoles 16 de marzo la escribió Mempo Giardinelli. Asombrada por los cruces que generó la llegada de Vargas Llosa a la feria del libro, el centro de la columna se retrotrae a los momentos en que se polemizaba sin web. “¿Cómo hacíamos antes, hace 30 años, para escribir estas cosas?” se pregunta el escritor chaqueño. Pero su perplejidad es falsa. Mempo sabe cómo hacían y reivindica esas prácticas añejas, como si escribir a mano o a máquina fuera positivo en sí mismo. La pregunta le sirve, en todo caso, para traficar conservadurismo. En un momento avisa que “la gigantesca mayoría de lo que se intercambia en el féisbuk, el tuíter y otras redes son una masa textual descartable”. Luego agrega: “hoy fastidia un poco –a mí me sucede– ver la facilidad con que cualquiera redacta una novela, cualquiera se siente poeta”. Y así lo que debería ser un elogio de la web termina siendo un ejercicio de nostalgia que sostiene viejas jerarquías.
La contratapa del jueves 17 de marzo la redactó Noé Jitrik también sobre Vargas Llosa después de equivocarse, entiendo, en la ingesta de pastillas. De hecho, es muy probable que haya muerto antes de terminar de escribir. La del viernes 18 la firmó Juan Forn, nacido, según Wikipedia, en noviembre de 1959 y por lo tanto ya en plena categoría sub-60. Forn empieza su columna con la orden de Lenin de romper las viejas estatuas zaristas para reemplazarlas por monumentos a la revolución y cuenta la historia de Tatlin, un escultor incomprendido que tenía treinta años cuando se hizo cargo de la renovación estatuaria en el nuevo Estado soviético. La del sábado 19 le tocó a Sandra Russo, según Beatriz Sarlo, única mujer que firmó contratapas en ese diario. La Russo desarrolla otra larga y tediosa denostación de Vargas Llosa que culmina con una indignada y epitáfica cita de Saramago. La contratapa del domingo 20 de marzo pertenece a Juan Gelman y se titula “El bazar de armas de Obama”. El poeta tira datos duros y llamativos. Esta vez señala que Obama concretó, con Arabia Saudita, la mayor venta de armas a un solo país en la historia de EE.UU. y que en diciembre pasado las dos cámaras del Congreso aprobaron el presupuesto armamentístico más grande del Pentágono desde la Segunda Guerra Mundial. Casi es posible escuchar, por atrás, el lamento del poeta: “Y pensar que acá cuando éramos jóvenes le teníamos que robar la ametralladora al custodio de una embajada”. Para que no nos acostumbremos a columnas interesantes y bien escritas, el lunes 21, el showman televisivo Juan Sasturain firma un soneto titulado “No me alibies” (sic). Está dedicado, se explica, a la “OTAN y co”, de allí el alambicado cuyo juego de palabras entre “alivio” y “Libia”. Cito los últimos tres versos: “tu idea de salud a sangre y fuego./ Tu puta ayuda es un viaje de ida:/ si sufro no me alibies, te lo ruego.” El martes 22, Ariel Dorfman, a un año de cumplir los setenta, se queja por la visita de Obama a Chile. El miércoles 23, Rodrigo Fresán –categoría 63, el más joven de la serie– escribe sobre Japón. El jueves 24 de nuevo Gelman. El sábado 26, un Tito Cossa oficialista desbarranca sin pudor… Y ahora pregunto: ¿Qué títulos se necesitan para estar en la contratapa de Página/12? Hay poetas galardonados, adultos pop, novelistas, teóricos cursis, conductores de TV. ¿Pero qué los aglutina? ¿Cierta idea de prestigio progresista? No hay que desatender que, como dice César Aira en la primera edición de Ema, la cautiva, “una contratapa siempre es una tapa en contra”.
Para terminar pregunto: ¿Estas columnas podrían seguir así, juego de la copa mediante, hasta el 2050? Parafraseando a Philip K. Dick, quizás ya estemos todos muertos y estas páginas las escribe una 486 con pila nuclear. ¿Gritarán algún “Déjenme morir” como el Señor Valdemar? En un momento de mi afiebrado recorrido web me pareció leer a David Viñas escribiendo su propia necrológica y mofándose de todos. Y digo: Página/12 no es un diario de viejos, escrito por viejos. Lo salvan periodistas jóvenes y excepcionales como Nicolás Lantos, u otros también talentosos, ubicables sobre todo en los suplementos. Lo que sí queda claro es que la opinología la administran los viejos. Finalmente, es probable que no les interese saber, por ejemplo, qué piensa alguien de menos de treinta años. Y párrafo aparte merecería la perenne tira de Rep, que será un genio, pero ya hace rato que nos tiene recontra podridos.