domingo, 27 de septiembre de 2015

TROYA LITERARIA (277): Nietzsche contra Sainte-Beuve

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Nada viril en él; lleno de una rabia pequeña contra todos los espíritus viriles. Vaga de un lado para otro, sutil, curioso, aburrido, sorprendiendo secretos ajenos, -en el fondo una hembra, con un ansia femenina de venganza y una sensualidad de hembra. Como psicólogo, un genio de la médisance[maledicencia]; inagotablemente rico en medios para ello; nadie entiende mejor que él de mezclar veneno en la alabanza. Plebeyo en los instintos más básicos, y emparentado con el ressentiment de Rousseau; por consiguiente, un romántico, -pues por debajo de todo romantisme [romanticismo] gruñe y codicia el instinto rousseauniano de venganza. Un revolucionario, pero refrenado por el miedo. Sin libertad frente a todo lo que tiene fortaleza (opinión pública, academia, corte, incluso Port-Royal). Irritado contra todo lo grande que hay en los hombres y en las cosas, contra todo lo que tiene fe en sí mismo. Bastante poeta y semihembra para sentir todavía lo grande como poder; constantemente retorcido, como aquel famoso gusano, porque se siente constantemente pisado. Como crítico, sin criterio, apoyo ni espina dorsal, con la lengua del libertin cosmopolita para hablar de muchas cosas distintas, pero sin el valor de hacer confesión de libertinage. Como historiador, sin filosofía, sin el poder de la mirada filosófica, -por ello, rechazando en los asuntos principales la tarea de juzgar, cubriéndose con la "objetividad" como con una máscara. De modo distinto se comporta con todas aquellas cosas en que la instancia suprema es un gusto sutil, experimentando: aquí tiene realmente el valor de ser él mismo, -aquí él es maestro. -En algunos aspectos, una forma anticipada de Baudelaire.-


FRIEDRICH NIETZSCHE, Crepúsculo de los ídolos, Alianza Editorial, Madrid, 1979, pág. 86 y 87. Traducción de Andrés Sánchez Pascual