martes, 26 de agosto de 2008

Introducción a un feo lugar

Por Héctor Kalamicoy




Neuquén tiene un fino viento
que me tiene definitivamente loco
y llena todo de tristes arañas grises
y grandes cucarachas charoladas
que acarrean
pequeñas partículas de mierda
desde el baño
para que reposen sobre el pan duro
que como a diario.
Y por las mañanas trato
de fregarme el rostro vigorosamente
para olvidar las siniestras pesadillas
que despierta este sitio en mí
jamás sueños
dulces con sabor a frambuesa,
pero nunca hay agua en Bolivia
sólo esas grandes cuatro por cuatro
con bellas mujeres rubias
estrellas que destilan perfumes de riqueza
y comen productos para mejorar su tránsito lento
que comen productos para poder cagar como
caga la mayor parte de la gente
que gasta su triste culo proletario en bicicleta
buscando una tranquilidad que
con el trabajo duro no se logra.
Neuquén es un lugar cálidamente hostil
donde albañiles con las rodillas gastadas
escupen piropos a oficinistas
tan duramente explotadas como ellos y que
sueñan con el concubinato a los veinte
y con los sueños que vende un Wallmart multicolor
que provee para Halloween y para el día de acción de gracias
y para el regreso de los jodidos gringos
de Irak (Aunque pocos lo han hecho)
Neuquén,¡ Puto lugar seco en crecimiento!
con ese cristote de madera y esa impresentable
banderota que veo cada vez que cruzo el
puente en colectivo y Neuquén de los humos de las
tomas y de los saqueos
cada vez que la tradición de dinosaurios y
aborígenes de un pasado glorioso de tan solo cincuenta años
mal vividos en una meseta con un poco de petróleo
se desvía en una piedra contra las vidrieras
de los comercios del bajo.
Y Neuquén
de las cervezas tibias,
ya que siempre hay treinta miserables
esperando antes que yo
por un poco de bebida fría para olvidar
la escasa vida de este triste lugar.