

En mesa de entrada me habían dado el B420. Los números y las series parecían salir de forma aleatoria en el plasma colgado del techo, pero después de cinco minutos de mirar con atención me di cuenta de que había una constante. Esperé durante 40 minutos a que salieran los 100 números que me separaban del B420. Previendo esta situación, había llevado el Kindle. Leí interrumpido por el sonido de los números que se renovaban. La espera se hizo larga. Mientras esperaba también recordé un soneto de Enrique Banchs.
Finalmente, en el box 24 me atendió un pibe de pelo negro, largo, atado con una anacrónica colita. Fue muy atento y me dijo que tenía muchas multas. Reconocí cuatro de exceso de velocidad y le dije que las pagaba. Las otras, el semáforo rojo y los estacionamientos en la puerta de mi casa, no y me quería quejar. Me explicó que si me pasaba a un controlador las multas empezaban a costar más caras. Lo sabía y lo acepté. Pagué los excesos de velocidad en la caja y pasé con el mismo número a la zona de controladores donde casi no esperé. Ahí me atendió otro pibe con una remera de los Ramones te tenía pinta de no alimentar ningún conflicto con el mundo. (Antes de una reforma que hicieron para bien, en ese mismo lugar te atendía un juez en una patética escenografía de juzgado hecha en madera. Te atendía y te gritaba.) Le expliqué al Remera de Ramones la situación. Le repetí tres veces que si bien estaba estacionando sobre la izquierda había un cartel que lo habilitaba. Al final dijo "vamos a mandar un inspector para que certifique si está la señalización correspondiente" y cerró la carpeta. Me pidió que firmara. Le dije que tenía turno el lunes para renovar el registro. "Y... Esto lleva una semana" dijo. Alargó la palabra semana en la primera "a". Me tomó el teléfono y me prometió que me iba a llamar cuando "eso" estuviera verificado. Le dije que me parecía que tenía que ir cambiando mi turno. "Y... Sí, me parece lo mejor, igual yo te llamo". ¿Me llamará? Quién sabe.
Si Rolnald McDonald imaginara un purgatorio diurno sería como ese lugar en la calle Pellegrini. Una dependencia publica más o menos bien iluminada, limpia, no necesariamente sórdida en las apariencias, con gente joven y relajada atendiendo. La única gran diferencia sería que acá pagás mucho y no te dan comida. (Aunque había un tipo con una bandeja ofreciendo sandwichs de miga.) Espero que los encargados de venir a cerciorarse de que está la chapa no se la lleven. Por las dudas le saqué una foto. Para terminar quiero decir que todavía sigo lleno de odio.
Comentario del Faco: "Me gusta que terminás de leer la crónica y abajo de la foto del cartel de estacionamiento sale una pija. Fav a la pija."