martes, 5 de febrero de 2013

William Morris



Of Heaven or Hell I have no power to sing,
I cannot ease the burden of your fears,
Or make quick-coming death a little thing,
Or bring again the pleasure of past years,
Nor for my words shall ye forget your tears,
Or hope again for aught that I can say,
The idle singer of an empty day.

*
No tengo el poder para cantar el Cielo o el Infierno,
No puede aliviar el peso de tus miedos,
O relativizar una muerte arbitraria,
O recuperar el placer de los años pasados,
No será por mis palabras que olvidarás tus lágrimas,
Ni tengas confianza en lo que pueda decir,
El cantante ocioso de un día vacío.


Estos son los primeros versos de The earthly paradise -Los paraísos terrenales- de William Morris. (http://morrisedition.lib.uiowa.edu/eptexts.html) Morris no fue un "gran poeta", aunque gozó en vida de una reputación atendible. Sí fue amigo de varios escritores cuyas obras alcanzaron con mejor fuerza nuestros días, como Ruskin o Rossetti. Tampoco fue un moralista o pensador relevante. Sostenía una alucinada teoría de la vuelta a los valores de la Edad Media y demandaba una revalorización de la artesanía por sobre la industria. Además de poeta, fue pintor, editor, arquitecto, traductor y artista de corte renacentista. Quizás hubo en él ese trasfondo conservador que a veces suele tentar a los humanistas que están orgullosos de su condición. (Como esos profesores universitarios que de tanto repetir la lección empiezan a creérsela.)  

Hoy en la Argentina nadie lo recuerda. "William Morris" suena a barrio del conurbano. Sin embargo, una de sus obras más conocidas, estos paraísos que son de acá, no del más allá, esos paraísos que están al alcance de nuestros medios mundanos, resultan interesantes porque combaten el idealismo y el relativismo en el que nos sumergen siempre las cosas desconocidas y la especulación mística. (Pese a esto, una buena parte de la ideología anti-industrialista de Morris hoy recuerda bastante la movida y estética hippie.) Baudelaire nos habló de los Paraísos artificiales, nos dijo que podían ser sensuales, hermosos y siniestros al mismo tiempo. Morris, quizás más humilde, o tal vez no, le canta a la tierra. Nació Walthamsow, cerca de Londres, y vivió y murió en el siglo XIX. La rústica traducción de esos primeros versos me pertenece. ///