domingo, 27 de febrero de 2011

Sobre el formalismo ruso



Pau Sanmartín Ortí es Valenciano y nació en 1977. En el 2008, la editorial madrileña Lengua de trapo publicó su libro Otra historia del formalismo ruso, ganador del VI Premio de ensayo Caja Madrid. Otra historia del formalismo ruso es un texto acabado, sintético pero al mismo tiempo con gran cantidad información y detalles sobre el que es, quizás, el grupo de vanguardia que más aportó a lo que entendemos hoy por crítica moderna. En Buenos Aires, el formalismo ruso está en el primer escalón de la carrera de Letras, con Jorge Panesi como anfitrión y la materia Teoría y análisis literario como escenografía. Es probable que todo el que pasó por esta materia, y desde luego por la carrera, sonría frente a conceptos básicos y machacones como “ostranenie” y “literaturnost”. El libro de Sanmartí Ortí completa todas esas lecturas, les da un contexto inteligente y bien organizado y reformula algunos de los lugares comunes de la pedagogía literaria. Más allá de los gustos y los criterios, por su solidez teórica, su buena factura y por la centralidad del tema que toca, Otra historia del formalismo ruso se presenta como imprescindible para todo aquel que ejerza la crítica de libros hoy.

¿Por qué la suya es Otra historia del formalismo ruso? ¿Cuál es la acepción de la palabra “otra”? ¿Se trata de una historia diferente o de una más?

En realidad, el título con el que yo había presentado el libro al Premio Caja Madrid de Ensayo era OPOJAZ: Otra historia del formalismo ruso, pero en la editorial me convencieron para quitar la primera parte del mismo argumentando que la dificultad de la palabra OPOJAZ obstaculizaría la difusión del libro, etc… A mí, la verdad, el título me gustaba pues recogía exactamente la tesis central del libro: que el formalismo ruso, en tanto que grupo de crítica literaria, debía circunscribirse sólo a los miembros de OPOJAZ. Por otra parte, la extrañeza de la palabra iba muy bien con el espíritu que animaba muchos de los trabajos de Sklovski.
En cuanto a lo del significado de la palabra “otra”, yo era consciente de esa ambigüedad semántica que mencionas y, en cierto sentido, me gustaba. La acepción principal hace referencia a la visión diferente, alternativa, que el libro ofrecía sobre la escuela rusa. Basta con consultar cualquier manual de teoría literaria e, incluso, cualquier monografía sobre los formalistas, para comprobar que todos ellos repiten la versión jakobsoniana del formalismo como una escuela desarrollada por dos grupos: la OPOJAZ de San Petersburgo y el Círculo Lingüístico de Moscú. Ahora bien, cuando uno acude a la nómina de los actores que aportaron las tesis y conceptos centrales del formalismo se da cuenta de que los protagonistas están en su mayoría en OPOJAZ y no en el Círculo Lingüístico de Moscú. Si uno lee los ataques del marxismo al formalismo durante los años veinte también ve que el blanco de las críticas es exclusivamente OPOJAZ. Yo me había dado cuenta de esto durante mi etapa de becario en la Universidad Complutense de Madrid, etapa en la que tuve que dar alguna que otra clase y explicar el formalismo ruso a los alumnos de la ahora desaparecida carrera de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Me parecía entonces llamativo el divorcio que existía entre la historia y la teoría del grupo. Yo contextualizaba el formalismo ruso repitiendo la versión oficial elaborada por Jakobson a mediados de los 60, pero, cuando abordada los conceptos principales de la escuela, tan sólo me refería a los aportes de OPOJAZ (como, por otra parte, hacen todos los manuales de teoría literaria y obras sobre la escuela) porque el Círculo Lingüístico había sido una escuela de lingüistas y folkloristas, con escasas aportaciones al campo de la crítica literaria o al estudio de la vanguardia. Del Círculo Lingüístico de Moscú sólo son rescatables para la crítica literaria las aportaciones de Jakobson y, recordémoslo, Jakobson era también miembro de OPOJAZ. Más tarde, leí las tesis doctorales de eslavistas como Richard Sheldon (Sklovski), Catherine Depretto-Genty (Tiniánov) o Carol Any (Eichenbaum) en las que se defendía justamente esta visión alternativa y se daban pruebas documentales de ello (como la famosa carta de Zhirmunski a Sklovski alarmándole de las deformaciones que Jakobson hacía de la historia rusa en Occidente). Así pues, quise hacer una historia del formalismo escrita desde este enfoque, en cierto sentido inédito… pero, por otro lado, me gustaba pensar que, al fin y al cabo, el libro no deja de ser otra historia más sobre la escuela rusa. Siempre he sido partidario de la humildad en los estudios científicos y el término “otra” recoge muy bien este espíritu en su segunda acepción.

En Buenos Aires los formalistas rusos son muy leídos y estudiados, ¿qué pasa en España? ¿Qué lugar ocupan?

Te puedo responder desde mi experiencia como alumno de la carrera de Teoría de la Literatura, carrera de la que me licencié y acabé doctorándome. En este contexto, los formalistas sí son muy conocidos (no sé si tan leídos o estudiados) y son valorados como una de las principales escuelas de teoría literaria. Ahora bien, fuera de este círculo un tanto restringido y pequeño, no sé hasta qué punto son conocidos. Desde luego, el conocimiento del grupo ruso en España es mucho menor que el que se tiene en los países de habla anglosajona (basta comparar el número de publicaciones dedicadas al formalismo entre estos países y todos los países de habla hispana) o en Francia. La razón principal, a mi juicio, es que en el extranjero se han ocupado del formalismo no sólo críticos literarios sino también eslavistas. Justamente, las aportaciones más novedosas sobre la historia del formalismo provienen de estos últimos, que son los que acceden directamente a los textos (de los que, por cierto, queda bastante por traducir). En España, tan sólo se ha preocupado por el formalismo Jesús García Gabaldón, que fue profesor mío de literatura rusa, pero los estudios formalistas han estado reservados en su mayoría a los críticos literarios, que no saben ruso y que enfocan el trabajo sin un conocimiento adecuado de la historia y del corpus textual formalista. Yo mismo, soy uno más de esos críticos. Aprendí un poco de ruso pero mi nivel es realmente elemental como para poder aplicarlo a la traducción de los trabajos formalistas. Los enfoques crítico-literarios son tan necesarios como los históricos, lo que ocurre es que a veces, si uno se centra sólo en las ideas puede caer en ciertos errores (en los que no entraré para no enemistarme con nadie y porque, quién sabe, uno mismo también puede haber caído en otros sin darse cuenta). En el caso del formalismo ruso (como ocurre con la literatura rusa en general) se han dado casos bastante graciosos. Por mencionar sólo la cuestión tan elemental de la transliteración de los nombres rusos del cirílico, yo he llegado a ver citado a Sklovski y a Chklovski (transliteración francesa del mismo nombre) como si se tratase de autores distintos. Y es que, repito, el acceso al formalismo ruso desde el mundo de habla hispana ha sido siempre muy indirecto (traducciones del inglés, italiano, francés y casi nada del ruso original). Por cierto, que recientemente salió una nueva traducción de Zoo o cartas de no amor de Sklovski en Ático de los libros y ha aparecido una nueva editorial especializada en literatura rusa, Nevsky prospects, con proyectos de traducción directa del ruso muy interesantes. Tal vez estemos ante un renacimiento del formalismo como el que se dio en los 70 con editoriales como Anagrama.

En un clásico enunciado formalista, Jakobson dice que la crítica literaria suele reaccionar negativamente a las manifestaciones artísticas contemporáneas y prefiere ocuparse del arte del pasado cuyo efecto estético se encuentra atenuado y familiarizado. ¿Cree que el gran desafío de un crítico sigue siendo escribir sobre sus contemporáneos?

Desde luego, saber reconocer el valor literario de un contemporáneo siempre es un gran desafío para el crítico literario. Este es un adagio formalista, presente en las obras de casi todos los miembros del grupo, que pasa luego a la teoría del valor literario del checo Jan Mukarovský. De hecho, su inicio como grupo de crítica asociado a la vanguardia está directamente ligado a este enunciado. Los futuristas se llamaban así porque escribían, no para sus contemporáneos, que abucheaban sus versos, sino para las generaciones futuras que ya podría apreciar sus obras, y los formalistas rusos dedicaron sus primeros trabajos justamente al análisis de la poesía futurista. Es más, algunos de ellos (Sklovski, el primer Jakobson) ensayaron un tipo de prosa crítico-literaria de corte vanguardista muy interesante. Por otro lado y recordando lo que decía Roberto Bolaño en una entrevista cuando le preguntaban sobre Huidobro, es cierto que la vanguardia –pasado el tiempo- se ha quedado un poco en un “tralalí alalí, demasiado paracaidista que desciende cantando como un tirolés”. Realmente es muy difícil pronunciarse sobre lo contemporáneo y la historia está ahí para enseñarnos una y otra vez cómo los críticos se equivocaron. Lo que sí que parece cierto es lo que decía Tiniánov acerca de que los detractores son siempre los primeros en detectar los cambios, igual que la lengua acude rápidamente allí donde hay un diente que le está doliendo. En todo caso, lo más interesante del formalismo es su apuesta decidida por el presente y por la innovación. Los formalistas estudiaron autores contemporáneos, estudiaron autores del pasado, pero siempre tratándolos como escritores que en su contexto aportaron algo que desestabilizó el sistema literario e hizo evolucionar la literatura. Trataron de hacer una especie de Facultad de escritores en el Instituto de Historia de las Artes de Petrogrado, en donde se combinaban las lecciones de teoría con clases maestras de las mejores plumas del momento… Esta lucha decidida contra el academicismo, que está presente no solo en las academias y universidades sino también en los intereses comerciales del sector editorial de los que participa la crítica literaria, es la parte que yo más rescataría de esa defensa formalista de la novedad.

Se suele asociar a los formalistas con el estructuralismo francés. Creo que la gran diferencia es la idea que manejan de lector. Mientras en el formalismo es un lector concreto, colectivo, ligado a la comunidad, la idea que los estructuralistas tienen del lector es mucho más abstracta. ¿Alcanza esta diferencia para decir que asociar ambas corrientes críticas es un error?

Aquí, como en todo, depende de los elementos que empleemos en la comparación. Desde luego, si asociamos al formalismo con el estructuralismo pensando en una clasificación de escuelas crítico-literarias que separa aquellas que mantienen un enfoque más textual o inmanente de aquellas que adoptan una postura más sociológica, la asociación es acertada. Por otra parte, algunos de sus miembros como Jakobson –pero ya estamos otra vez asociando demasiado el formalismo con lo que Jakobson hizo y relató- se los puede meter tanto en el formalismo como en el estructuralismo. Sin embargo, si acercamos un poco más la lupa vemos que no sólo formalismo y estructuralismo son muy diferentes, sino que además existen también diferentes tipos de formalismos y de estructuralismos. El formalismo de OPOJAZ nada tiene que ver con el formalismo de Propp, mucho más cercano en cambio al estructuralismo. El estructuralismo de Praga, bastante cercano al formalismo ruso en muchos aspectos, difiere bastante del estructuralismo francés, etc. Para mí, la diferencia entre ambas escuelas no radica tanto en la idea que manejan del lector sino en algo más general y previo como es el diferente contexto en el que cada una se gesta y que determina el enfoque y los objetivos perseguidos por cada grupo. El formalismo es una escuela ligada a la vanguardia, que quiere revolucionar la crítica literaria al igual que sus amigos poetas y ellos mismos están revolucionando las letras (recordemos que todos ellos eran, además de críticos, escritores de vanguardia). Este cambio pasa por un cambio en el enfoque crítico-literario, pero también en un cambio en el estilo ensayístico. El cambio de enfoque propuesto por el formalismo, en parte, está en relación con el cambio que después introdujo el estructuralismo, pero sólo en parte porque los objetivos son muy distintos en una y otra escuela. Usando una metáfora muy estructuralista (muy saussureana) podríamos decir que, mientras que los formalistas se centran en las formas para mostrar la evolución diacrónica de la literatura (y el motor innovador que impulsa esa diacronía), los estructuralistas se fijan en las formas para hacer un corte sincrónico que revele las grandes estructuras generales del sistema. De ahí que los post-estructuralistas se interesaran tanto por los formalistas: porque éstos, al mismo tiempo que mostraban el funcionamiento del sistema literario, revelaban también aquello que lo hacía desestructurarse desde dentro. Por otro lado, en nada se parecen el estilo de prosa vanguardista de Sklovski e incluso del primer Jakobson, con el tipo de estudio científico y lingüístico que adoptaron los estructuralistas (a mi juicio, bastante más aburrido).

Por momentos, mientras leía Otra historia del formalismo ruso me daba la sensación de estar ante la biografía de un grupo de rock. Creo que Jakobson daría un excelente Paul McCartney y Sklovski, un muy interesante John Lennon. Tinianov podría ser Harrison sin problema, aunque a Eichenbaum le queda una poco chico Ringo Starr. Sin menospreciar a Ringo, desde luego. En su historia, ¿Sklovski es el héroe trágico y Jakobson, el amigo distante, que lo admira y lo traiciona?

Esta es la pregunta que más me gusta. Lo cierto es que la vida de todos estos críticos literarios tiene mucho de épica y de road movie, casi como si se estuviera ante las vicisitudes de un grupo de rock debutante, en su primera gira por el mundo. Piénsese sólo en la imagen de un Sklovski escribiendo una obra del tamaño de la Teoría de la Prosa literaria bajo condiciones de frío y hambre durísimas, con las hojas arrancadas de aquellos pasajes que quería citar porque el resto del libro lo había empleado en alimentar la estufa. A mí su historia me apasionó y creo que eso se nota en la primera parte del libro, así como mi debilidad por Sklovski, al que había dedicado mi tesis doctoral. Sklovski debió de ser un tipo de cuidado, brillante, polémico, irónico, bocazas en muchas ocasiones. Otra imagen que, a mi juicio, lo caracteriza muy bien: Sklovski recorriendo en bicicleta los pasillos de la Casa de los escritores en Petrogrado al tiempo que machaca una de las novelas escritas por un Hermano Serapión (no recuerdo ahora cuál de ellos). Tenía una personalidad muy fuerte que está presente hasta en sus trabajos más “objetivos”, en los que no puede dejar de aparecer él como un personaje más. En este sentido es un revolucionador del ensayo crítico-literario, género que mezcla con el de la biografía, la ficción… Zoo o cartas de no amor es una obra muy bella en la que se pueden ver todos estos rasgos pero, sin duda, su obra maestra en este sentido es La tercera fábrica, todavía no traducida al español. Pero, al mismo tiempo, ese carácter le hizo chocar muchas veces con los miembros del grupo, sobre todo, con Jakobson, con el que tuvo una relación muy curiosa de amor-odio. Seguramente ambos se admiraban recíprocamente. Jakobson fue un genio, un niño súper dotado probablemente, capaz de traducir a los trece años (si no lo recuerdo mal) nada más y nada menos que a Mallarmé, un hombre que dominaba varios idiomas... Debía tener también su personalidad (hay un video en francés en el que se le entrevista a propósito del auge estructuralista de los sesenta, en el que se aprecia muy bien su magnetismo personal) pero no debía de tener tanto carisma como Sklovski, sobre todo en el periodo inicial en el que más coincidieron. Los escritos íntimos del Jakobson joven nos lo muestran como una persona mucho menos segura de sí misma que el Jakobson-gran-científico-reconocido-internacionalmente, que es como se le recuerda hoy. Después, tuvo una pelea con Sklovski bastante seria por culpa de una mujer (la famosa Elsa Triolet) y aquello los distanció. Al fin y al cabo, estas cabezas pensantes son también humanas y todos estos detalles –en apariencia triviales– de su intrahistoria determinaron bastante el tipo de alianzas y relaciones que se crearon entre ellos. En cuanto a Tiniánov, yo diría que fue el que mejor supo articular las “ideas colectivas” en una teoría coherente, sólida y muy bien argumentada. De hecho, las semillas de sus obras dieron unos frutos muy buenos en los trabajos de Mukarovský. Y Eichenbaum fue un viejo profesor (no era exactamente “viejo” pero sí mayor que el resto de formalistas) que, aburrido del academicismo universitario, se unió al joven grupo de revolucionarios pero que luego, cuando vio que el método de éstos se estancaba (en parte por el barro creado desde los grupos marxistas), trató de seguir evolucionado llevando sus investigaciones hacia el terreno de la sociología literaria (un argumento más para no asimilar el formalismo con el estructuralismo, por cierto). Estos tres críticos –Sklovski, Eichenbaum y Tiniánov- formaron el núcleo duro de OPOJAZ, la troika revolucionaria, como ellos mismos se denominaron en alguna ocasión, con Jakobson como satélite más o menos cercano dependiendo del periodo de la historia del grupo.

¿En qué trabaja actualmente? ¿Está escribiendo?

Actualmente me encuentro algo alejado de la escritura, del formalismo ruso y de la crítica literaria. El libro lo empecé a escribir cuando todavía no tenía hijas, gozaba de una beca de investigación, etc. Después llegó la familia, el trabajo aquí y allá… y, como decía Virgina Woolf, se necesita una habitación propia para poder escribir con cierta regularidad. Antes, durante y después del libro hubo algunos proyectos de rescatar textos formalistas, pero no llegaron a materializarse. Es una pena porque, como ya he dicho, hay textos fundamentales y muy interesantes no traducidos todavía al español. En todo caso, espero –cuando disponga otra vez de un poco más de tiempo- emprenderé otros proyectos de escritura no necesariamente ligados a estos asuntos. Me gusta la escritura y la investigación, y soy una persona que siente curiosidad por muchas cosas. Digamos que ahora estoy en barbecho, esperando el momento para poder volver a sembrar.