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sábado, 10 de diciembre de 2011





















"Una angustiada novia intentó suicidarse en China, después de que su prometido cancelara abruptamente el casamiento. Todavía con su vestido de novia, saltó por una ventana de un séptimo piso. En el momento en que saltaba, un hombre logró agarrarla y salvarla."



miércoles, 7 de diciembre de 2011

Su novio la enterró viva pero el anillo de compromiso la salvó

El muchacho fue ayudado por un amigo.
El muchacho fue ayudado por un amigo.

Una mujer polaca fue sepultada por su pareja, quien tras la ruptura, quería quedarse con el hijo de ambos. La joven antes de ser enterrada fue atacada con un arma eléctrica.

Michelina Lewandowska, una joven madre de 27 años, fue enterrada boca abajo en una tumba no demasiado profunda y con una rama encima para evitar que escapara. Pero, tuvo la calma suficiente para elaborar un plan que la ayudó a escapar.

Lewandowska relató como usó el anillo de compromiso que le había regalado su agresor en los años felices de su relación para romper la cinta adhesiva que le ataba los tobillos y abrir la caja.

Ella gritó pero nadie la escuchó. Desesperada dio una fuerte patada a la caja y logró salir. Desorientada logró llegar a una carretera, donde pidió ayuda a unos camioneros, según informa el diario Daily Mail.

La mujer, de origen polaco, fue agredida con una pistola eléctrica que la dejó aturdida. Entonces, su novio, con ayuda de un amigo la ató y metió en la caja para después transportarla en el baúl de su coche hasta una zona aislada y boscosa, donde la enterró.

Los jovenes habían terminado su relación y el agresor, de 25 años, quería deshacerse de ella para cuidar del hijo de ambos de tres años de edad.

lunes, 5 de diciembre de 2011



Conocí a Sigfrid de un taller de crónica. Había venido desde Berlín a estudiar la expresiva crónica latinoamericana. Le interesaban sobre todo los mecanismos de exclusión. Durante las clases hablaba mal del periodismo europeo. “Ya nadie sale a la calle”, decía. Un día descubrió que en Once había un lugar donde las peruanas encargaban sus vestidos de novia. Me llamó por teléfono. Quería hacer una crónica. Así que lo acompañé al negocio en la calle Pasteur. Nos atendió una mujer petisa, muy amable. Un poco extrañada, preguntó quién era la novia y yo dije: “Nos casamos nosotros.” Sigfrid me miró sorprendido. “Lo amo y mi sueño es casarme de blanco”, agregué. Sigfrid no reaccionaba y la mujer respondió: “Desde luego.” No dudó un solo segundo. “Tenemos que tomar las medidas”, dijo y desapareció en la trastienda. “Me acabás de arruinar la crónica”, repitió Sigfrid dos veces. La mujer volvió con una sonrisa. “Estamos muy entusiasmados”, dije. Sigfrid resoplaba como un vikingo castrado. La mujer nos hizo pasar a un cuarto. Había otra mujer igual con un centímetro en el cuello. “¿Y si encargamos dos vestidos en vez de uno?”, pregunté. “Eso sería más raro”, respondió la primera mujer.
Sigfrid intentó seguir adelante y preguntó precios, mientras yo miraba fotos de vestidos clásicos. Algunos eran simples y hermosos. Finalmente, Sigfrid dijo “no puedo hacer esto” y se fue. “Está celoso”, expliqué. “Bueno, debe saber que usted va a tener toda la atención”, respondió la mujer del centímetro. “Es posible”, agregué. “Pasa todo el tiempo” dijo ella. “Vuelvan pronto”, dijo la otra. Las saludé con un beso y me fui.